I N D I C E
A). - “CONOCETE A TI MISMO”, JOAQUIN TRINCADO, B. COSTA-AMIC EDITOR, Mesones 14, México 1, D. F.
A.1). - PARTE SEGUNDA, Capítulo cuarto, LA CREACION, PÁRRAFO I, LA CREACION DE LOS MUNDOS.
A.1.1). - Punto primero.
El mundo en su función, hasta fijarse en su órbita.
A.1.2). - Punto segundo.
La Tierra en su órbita hasta su parto, en que dio la Luna.
A.1.3). - Punto tercero.
El Mundo en su primer parto en que dio la Luna, hasta la aparición del Hombre.
A.1.4). - Punto cuarto.
La aparición del Hombre en la Tierra.
A.1.4.1). - “La Nación” – Miércoles 6 de agosto de 1913
Ameghino – 2° aniversario de su fallecimiento
A.2). - PÁRRAFO II
PARA QUE SE CREAN LOS MUNDOS
A.3). - PÁRRAFO III
¿QUIEN OPERA LA CREACION DE LOS MUNDOS?
A.4). - PÁRRAFO IV
LA VIDA DE LOS MUNDOS, SU DESAPARICION
A.5). - PÁRRAFO V
QUIEN LLEVA EL VALOR DE LOS MUNDOS
A.6). - PÁRRAFO VI
SACRIFICIO DEL ESPÍRITU EN LOS MUNDOS: SUS CAUSAS
A.6.1). - Punto primero
Mundos embrionarios
A.6.2). - Punto segundo
Mundos de prueba
A.6.3). - Punto tercero
Mundos primitivos
A.6.4). - Punto cuarto
Mundo de transición
A.6.5). - Punto quinto
Causas del sufrimiento del Espíritu
A.7). - PÁRRAFO VII
SU TRIUNFO Y SU GOZO, ES SOLO POR SABIDURÍA
A.8). - PÁRRAFO VIII
LA CAUSA DEL TRIUNFO SIEMPRE TRIUNFA
A.9). - Capítulo Décimo
DEFINICIONES JUZGADAS
PÁRRAFO X
EL MUNDO REGENERADO Y ELOI SOLO ADORADO
B). - “LOS EXTREMOS SE TOCAN” EPILOGO DE LA GUERRA Y PROLOGO DE LA PAZ, Escrito entre el año 1914-16, JOAQUIN TRINCADO, EDICIONES “VOZ INFORMATIVA”, CAPITULO TERCERO, ADÁN Y EVA.
NUMEROS 65 AL 110.
C). - “EL ESPIRITISMO ESTUDIADO” O POLÍTICA DEL CREADOR Y GOBIERNO DEL ESPIRITISMO, JOAQUIN TRINCADO, EDITORES MEXICANOS UNIDOS, S. A., Luis González Obregón 5-B, México 1, D. F., CUARTA PARTE, FENÓMENOS ESPIRITUALES: CÓMO SE EFECTÚAN, CAPITULOS PRIMERO, FENOMENOS DE VIDENCIA.
Ya conoce el hombre la vida, la causa de la vida, el espíritu, las leyes del espíritu que son las del Creador y todo lo concerniente a las funciones del espíritu: su plenipotencia y su omnipotencia y la relación que existe entre las leyes divinas y humanas y, cómo el espíritu es el creador secundario porque es consubstancial y coeterno con el Creador primario, autor de todo: el gran Eloí.
Queda expuesta la función de los mundos y del espíritu y los infinitos grados de progreso, que no llegaremos nunca jamás a la perfección absoluta y siempre alcanzaremos la perfección relativa en cada mundo y estado del espíritu.
Señalar un número de grados de progreso, (aunque dijéramos millones de grados), es un error capital y amenguar el progreso y sentar un principio falso, poniendo un límite que no existe en el Creador, que lo habría tácitamente, si señaláramos un número de grados por millones que fueran; pararse allí, sería la muerte de necesidad y se acabaría el Universo y el Creador.
No; los grados de progreso son infinitos y eternos y jamás llegaremos al fin. Cuanto más avancemos, siempre tendremos más allá al autor de la Eternidad, sin haber pasado un segundo de su tiempo.
Habrán aparecido y desaparecido infinitos mundos (obra del espíritu) y el espíritu siempre será nuevo; porque, “pasan los cielos y la tierra, pero no pasa la voluntad del Creador”, se dijo por los Profetas.
Si el progreso pudiera tener límite, por remoto que fuera, no valía la pena de tanta lucha del espíritu en los mundos hasta el de expiación, donde alcanza el primer grado de progreso; ¿para qué tanta lucha, progreso ni sabiduría, si habíamos de llegar a encerrarnos en un callejón sin salida, lo que representa la muerte? Esto es lo que han pretendido el cristianismo y el catolicismo con su infierno y con su cielo de gloria. Ni para ellos existe en la ley, porque es contrario a la eterna ley de Amor.
El infierno y el cielo, son los mundos; y el sufrimiento, la gloria y el infierno, están en la ignorancia o sabiduría del espíritu.
Si el espíritu forma los mundos, ¿llegaría a no poder formarlos, precisamente, cuando es más sabio y por tanto goza de omnipotencia? Leed el Testamento de Abraham y veréis allí el proceso del progreso eterno: “Los mundos son infinitos y el hombre ha de vivir en todos los que hoy existen, pero la Creación sigue y no se acaba”, dice; y como ya sabéis que el espíritu crea los mundos y es consubstancial y coeterno con su Padre, aquél no se puede acabar y, los mundos seguirán creándose eternamente, por el espíritu. Esta es la verdad eterna que os traigo para siempre.
En el Código, está como ley la formación de los mundos; en la Filosofía está confirmado; y aún se ha de escribir la historia íntegra de nuestra Tierra, tengo que dar aquí las generalidades de la creación del mundo, porque, sin esto, el hombre no puede “conocerse a sí mismo”, cuyo fin es el de este libro.
Son altas sus funciones, cuanto amenas y necesarias; y debo guardar orden para adelantaros tiempo y facilitaros la inteligencia en tamaño asunto y así, tengo que entrar por puntos.
El Espíritu Maestro comprende toda la ley de una sola ojeada, porque la ley está en él; mas el espíritu estudiante, sólo puede comprender lo que su progreso le permite, porque sólo está en la ley; y no es lo mismo estar en la ley el individuo, que estar la ley en él.
De aquí la necesidad del espíritu de partir para su estudio, del efecto en que vive; y estudiando el efecto del retroceso, conocerá todo el efecto, para elevarse hasta la causa.
Los hijos de la Comuna, no pueden errar, como hicieron los hombres (que sois vosotros mismos) en el tiempo pasado, que querían conocer al Creador sin conocerse a sí mismos, aunque se palpaban y querían conocer el éter impalpable, sin conocer la tierra palpable.
Voy a empezar la historia del mundo; pero siento como base, “que todos los mundos que han pasado, los que existen y los que después serán, proceden todos, de un mundo primero, en la materia y naturaleza, como aquel primero, de la substancia cósmica y única: el éter ; cuya función está reflejada en el memorial del Electromagno”.
Nuestro mundo procede del Sol y de él depende en la materia y vida orgánica; por lo que es su padre directo en lo material, como el Sol tiene otro progenitor y aquél otro y así hasta el Centro de las vibraciones, de donde parte toda la vida universal y la única ley para todos.
El Sol, al ser creado como centro de su sistema y por tanto, instituido padre de una familia, cuyos hijos son los mundos que de él proceden y sujeta conforme a la armonía del universo, en sus movimientos, se carga de fuerzas y gérmenes necesarios a la vida y creación de todos sus mundos y los produce en el tiempo que la ley manda.
Hace 122,999,250 siglos, parió el Sol a la Tierra, conforme al Decreto que recibiera del Creador y ésta formó unidad en los mundos infinitos.
Del Sol, se desprendió el germen telúrico, (o fuerza ígnea) que es chispa de la vida universal y se vistió como es consiguiente de todas la moléculas afines al germen que se desprendía de su centro, en el que ya iba todo lo que en la tierra existió, existe y existirá, y el hombre.
Repito que, la ley es una misma en el infinito; y el hombre nace por el parto de la madre, después de su primera aparición; y lo mismo, la tierra nació de un parto del Sol en su centro; y como el hombre queda ligado a la madre por el cordón umbilical, por el que recibe la vida durante la gestación del feto, hasta que saliendo a la luz, le es cortado aquél para que reciba el alimento por los pechos de la madre y el calor de su regazo, así la tierra fue engendrada y alimentada por el Sol en sus entrañas y quedaba en el parto, ligada a El por los lazos de atracción y bañada por los rayos amorosos de su vibración, que serían su vida en su infancia.
Aquel germen telúrico, sujeto a su matriz por la atracción, hubo de vivir recibiendo vida y forma en la gran placenta del éter, recorriendo todos los mundos del Sol y recogiendo de todos sus hermanos, el amor, la fuerza, las formas y el carácter, en gérmenes fluídicos; y cuando tenía en sí todo lo necesario para su vida de 123 millones de siglos que habría de vivir desde su aparición como el germen telúrico, su progenitor, por la ley, la sujeta a una órbita donde debe vegetar y cumplir su misión y le da un Mayor: un Espíritu Maestro para su naturaleza y otro para su atmósfera, que la hagan cumplir la ley y queda la Tierra creada en su armazón, con camino trazado y maestros que saben la ley, y la cumplirán. Han pasado 23 millones de siglos en esa formación de su armadura y depósitos de vida, de lo que no hablo, pues los efectos hicieron las leyes de las ciencias geológicas que serán la base para vuestros estudios y ahora llenarán los vacíos que en el Sexto Día dejaron los que las principiaron y tienen que venir a llenarlos; porque cada uno tiene lo suyo y no puede hacerlo otro, como otro no puede dar la ley que a mí se me confió; esto es de justicia en la armonía. Esta ley suprema y eterna, es la causa de todas las demás leyes, por lo que son efectos, en los que los hombres y los espíritus han de estudiar para llegar a saber la causa, que como Eloí, es amor, y dejó el camino trazado cual es mi deber en justicia para evitar el equívoco.
Ya el universo sabe que el sol tiene un nuevo hijo; el catálogo del Creador se ha enriquecido con una habitación más en sus infinitas moradas; y el infinito sabe, que allí habrá una nueva jornada de trabajo para una familia que asciende y debe allí saldar sus cuentas y entrar en el concierto, aumentando el número de los omnipotentes.
Sigamos a la Tierra en su órbita: aun no es más que la armazón: ¿Qué de evoluciones habrá de hacer?.... ¡Qué ímprobo trabajo dará forma a los innumerables gérmenes de seres que allí se encierran! Toda ella es fuego incandescente y hay que cubrirlo, sin lo cual, no podía el del maestro que lo dirige, vestir aquellas llamas y apagarlas ... Lo más grandioso es, que sólo de átomos tiene que formarse el caparazón que envuelva aquella inmensa hoguera! ... ¿Pero para qué es el Espíritu Omnipotente en la ley del Creador? ...
¿Para que es ese espíritu a quien se le ha encargado la obra, Maestro y creador? Por eso, él recogió los átomos y con átomos cubrió el caparazón y se formaron gases que se licuaron, formando aguas, las cuales se solidificaron y ya, pudo empezar a verse las primeras briznas de hierba que serían al secarse, material sólido y quedaban semillas salidas del germen telúrico y en seguida se multiplicarían hasta el fin del mundo.
No creáis que fue tan fácil contener todo aquel fuego encerrado; muchas veces, abriendo brecha, se desmoronaba su obra, mientras estabilizó los movimientos sobre el eje de su rotación e imprimió la marcha justa y rotación adecuada, para el equilibrio de las dos fuerzas, centrípeta y centrífuga, que deberían ser igual a la fuerza central. Conseguido esto, ya pudo localizar las aguas, que iban aumentando según se licuaban los gases producidos por el calor, radiando del centro al exterior.
Entonces, se pudieron crear las gramíneas que darían consistencia y estabilidad a los montículos terrosos, los cuales se irían también recubriendo con átomos constantes que se adherían cada vez más, según los productos de las hierbas y gramíneas que metamorfoseaban la materia con su consistencia bastante para que el germen de los arbustos pudiera arraigar; y con los productos leñosos y la absorción del calor, ayudaban grandemente en su obra al Maestro Espíritu; y con su multiplicación y exuberancia, aumentaban las capas geológicas y se formaban altos y hondonadas, donde el elemento líquido seguiría corriendo y enfriándose y formando el suelo más consistente y las rocas, con los residuos sebáceos o minerales que arrastraba. Así, en siglos y siglos, la Tierra se cubrió de feracísima vegetación; no hemos de olvidar, que en la atmosfera creada por los gases de la Tierra, había substancias riquísimas y gérmenes vitales, que otro Hermano Maestro dominaba por el elemento aire o por corrientes formadas por el flujo y reflujo de las fuerzas en acción y así llevaba y traía todos aquellos gérmenes, pegándolos en la superficie de la rodante armazón, ayudando en su parte, el Maestro de la Naturaleza.
Ya la Tierra estaba cubierta de árboles colosales y las gramíneas en sus incesantes frutos, habían creado los primeros huevecillos de los animalejos invertebrados. Por sabiduría de la ley de Afinidad, (que obra desde el primer momento), las esencias químicas reunidas y metamorfoseadas, adquirían vida y formaban el germen del alma animal, cuyas substancias, en la putrefacción, la absorberían las raíces de los arbustos y en sus frutos, darían las crisálidas de los alados, mientras en sus troncos, darían los huevos de los vertebrados y se cubriría así la tierra de las especies animales, en ascensión hasta llegar a las más finas, aumentando y purificando el alma animal.
Entretanto, las aguas, corrían llevando en su mordente carrera por el interior y exterior de la tierra, la esencia más pura de las almas animales, vegetales y minerales y las almacenaban en sí, dando vida a los acuáticos y mejorando siempre el alma, por el incesante tamizado, de subir y bajar pendientes, siempre obedeciendo a la cascada natural de la rotación y movimiento de la Tierra y también por la evaporación, subiendo a la atmósfera para formar las nubes y volver a caer a la superficie para regar las montañas, donde por su curso natural, las aguas no pueden llegar; y aun dura y durará ese movimiento, hasta que el mundo haya cumplido su misión.
En el tiempo señalado en que vemos ya todo cubierto de abrupta vegetación y monstruosos y feroces animales de tan colosales dimensiones, que el elefante de hoy sería al lado del primitivo, como un conejo al lado del elefante actual ... ¿Cuánto tiempo pasó?... Ya habían terminado 45 millones de siglos desde que la tierra fue sujeta a su órbita; ya habían aparecido todas las especies vegetales y animales, cuyos gérmenes, la chispa telúrica llevaba en sí al nacer del Sol. ¿Era toda aquella mágica obra la misión del mundo? Si fuera esa su misión, ¿para qué servía? ¿Para que tanto trabajo y sabiduría empleados? ¡Oh! Todo eso, no ha sido más que la preparación de la Creación; ahora va a engendrar al hombre; pero no os lo diré aquí; debo seguir la creación, y la aparición del hombre será dicha en otro lugar.
En las infinitas evoluciones, transformaciones o metamorfosis que el mundo ha sufrido en 68 millones de siglos, no ha hecho más que preparar materiales para disponerse a engendrar al hombre; luego el hombre, será algo que valga la pena todo ese trabajo; pero vamos a ver lo que sucede en su concepción.
Ya lo he dicho antes, que el hombre lleva en sí las esencias de los tres reinos de la naturaleza; vamos a ver como es así y de que medios se vale la ley por la omnipotencia del espíritu, para tan grande hecho químico.
Saben, la ley y el Espíritu Maestro del mundo en la Creación cuál es la calidad de espíritus y el número de ellos que lo han de habitar, así como de donde ascienden; y cuentan también el valor que traen consigo de los mundos que ascienden. No debe olvidarse, que ahora, estudiamos nuestro mundo en su carácter de mundo de expiación.
La vida de los tres reinos, es necesaria al cuerpo y alma del hombre; en cada reino y en él cada especie, tiene la suya propia en vegetación; pero el hombre, tiene que aparecer siendo hombre y sobre todos los seres animados e inanimados. Lo que quiere decir, que no puede aparecer en un animado, para tener que correr toda la escala zoológica, puesto que el espíritu que ha de animar su cuerpo es nada menos que el hijo del Creador, que es consubstancial y coeterno con El.
¿Cómo, pues, operar esa suprema metamorfosis que de por resultado la fusión homogénea en una sola esencia, de esencias tan heterogéneas? La ley todo lo previene, porque es la sabiduría y la potencia universal; y el Maestro encargado de ese mundo es sabio y por la ley, omnipotente.
Se ha señalado el momento en su cronómetro infalible y suelta las fuerzas aprisionadas y ... Estalla el mundo en pedazos, cayendo en sus entrañas todos los seres movientes y semovientes (1), saliendo de la tierra y llevando por la ley de gravedad, un pedazo, medido y pesado a la justa ley, que va a colocarse donde la fuerza magnética de su progenitor, la Tierra, lo dominará y arrastrará, sirviéndole de reflector cuando el sol se retira de un hemisferio; es la Luna que alumbró las cuitas del hombre desde el momento de su engendro en las entrañas de la madre tierra ...
(1)Al corregir para la 2ª edición, vemos que el linotipista de la primera, omitió esta llamada que dice: “Reservando algunas parejas de todas las especies de la fauna animal, lo que no le era difícil al Espíritu Maestro”.
¡Cuántos secretos guarda ese pedazo de tierra que nos refleja la luz del sol! ¡Y qué poco han visto en ella los hombres, ni con el telescopio, ni con la geología, ni con la razón! Y sin embargo, es un testigo presencial de toda la historia del hombre.
Explotó la Tierra y la luna fue al sitio a que la ley de gravedad la llevó; todos los animales y vegetales cayeron en las entrañas de la tierra. El agua cubrió todo en sus oscilaciones y todo fue reducido a una común substancia, empapándose la tierra de la esencia de todo y, quedaba engendrado el hombre con las esencias de todos los cuerpos animales y con el alma de todas las especies; fusionadas la fiereza y la mansedumbre; la ligereza y la inmovilidad, la astucia y la prudencia, la magnanimidad y la tacañería; todo, todo queda hecho una masa común, de la que el germen vital de cada especie (que nunca puede morir) renacerá de nuevo, pero mejorado en instintos y condiciones para servir al que venía luego a ser su Señor, que quedaba engendrado de las substancias esenciales y del sacrificio de todos.
¡He ahí la potencia de la ley y la omnipotencia del espíritu en la sabiduría universal, obrando la sabiduría del Creador! Algo es el hombre por su espíritu. Ya la tierra tenía luz de día y de noche y tendía a reducir su temperatura para la llegada del hombre. Las aguas fueron asentándose en sus lechos y la vegetación comenzó a aparecer más fina de lo que fue la anterior, pero de más abundantes frutos, porque las especies todas se habían cruzado; la mucha leña de antes ahora la daba en frutos, porque la tierra no necesitaba tanto elemento sólido, sino galas y bellezas, flores y frutos que embalsamaran su atmósfera, armonía en el conjunto de la variedad, vida más bella e instintos más dóciles en los animales y, mucha procreación para afinar más las especies, por su propio filtro.
Ya llegado el momento fijado en la ley, apareció en los puntos adecuados de las partes sólidas, el árbol último que serviría de matriz al hombre: el árbol de la quina, que contiene todas las esencias de los tres reinos. Habían pasado diez millones de siglos desde el parto de la tierra y aún el silencio reinaba porque la voz del hombre aún no había vibrado sobre ella y, cayeron los quinos dejando al descubierto al hombre liliputiense de la primera generación.
Hemos recorrido 78 millones de siglos en tantas y variadas evoluciones y revoluciones gigantescas, desde que el germen telúrico (en el que ya iba el Hombre) salió del Sol, su progenitor en la materia; allí no estaba el Espíritu del Hombre, pero sí el Espíritu Universal; la ley preparaba aquella morada a una familia que ascendía de las luchas de tres mundos inferiores.
Son estudiantes y el Padre les prepara las aulas de sus correspondientes grados y en ellas tenían que licenciarse los estudiantes; lo que hacía necesario preparar todas las materias de su estudio para ser licenciados y saldar sus cuentas con la Creación, para luego empezar en el ejercicio de su carrera, libres de toda reclamación; esto exigía que se les proveyese de todo lo concerniente a su curso; y como los estudiantes, en su último grado son muy exigentes, (porque ya rayan en hombres de respeto) de aquí todos los preparativos y hechos que hemos descripto.
Es parabólica esta comparación, pero real en su significado; pues de otro modo no se le puede explicar al hombre para su comprensión y aun el espíritu lo idea para dar formas, porque es su deber de comprenderlo en el hombre, es esa la forma adecuada en la razón.
Pues bien: la ley de Afinidad reunió en los puntos adecuados la parte necesaria de esencias de los cuerpos que sucumbieron en el gran cataclismo y la esencia de las almas de los mismos seres, ingiriéndolas ahora por sus raíces, el árbol de la Quina, mostrándose hasta en esto sabia la naturaleza, pues nos reveló el nombre que indica quinta esencia; y por su amargura no lo dañarían los animales, el feto del hombre, allí, no sería molestado.
Es de advertir también, que este arbusto, es el que más profundas lleva las raíces y así adquiriría las esencias de las almas animales, que por su sutileza habrían de penetrar más profundas y más se purificarían en el filtro, al ser llamadas por la ley a dar vida animal al embrión del hombre, que en los troncos del quino se formaba.
En efecto: de la savia del quino, se formaron unos huevecillos y el cuerpo y el alma animal (que había de ser hombre por el espíritu) tomaron las formas del hombre, conforme a la ley, con todos los organismos que hoy el hombre tiene y allí se efectuó la encarnación de los primeros espíritus que habían de rasgar el silencio secular en la Tierra.
Ellos ya sabían (hasta donde su grado de progreso llegaba) formarse sus miembros y sus tejidos, sus sistemas nerviosos y venales, y, ayudados por el Espíritu Maestro en ley de justicia; estando ya en vida y desarrollo suficientes, cayeron los árboles y quedaron al descubierto en sus envolturas holgadas y elásticas de un color verde obscuro y de unos cuatro a cinco centímetros de longitud; y al bañarlos el sol y el aire, despertaron del letargo y se movían a saltitos y eran multitudes de machos y hembras.
Nada falta en la Sabiduría del Creador. El Espíritu Maestro (que tanto poder nos ha demostrado en tan heterogéneas funciones del mundo) no podría, sin embargo, rasgar las envolturas de aquellos hombrecillos de 4 centímetros de longitud; pero en su sabiduría y potencia, no le faltarían medios. Por él obró el gorrión que con su pico, rompió las bolsitas que encerraban la omnipotencia del hombre y el mismo animalito le proporcionaba los primeros alimentos, aunque la atmósfera embalsamada, le era suficiente en los primeros días; y el gorrión, partera del hombre en su aparición, no lo abandonó y con él vivió en la tribu y vive en la ciudad.
Se desarrolló rápidamente aquella generación, que alcanzó unos 50 centímetros (dos pies); su agilidad lo ponía a salvo de algunas acechanzas de las bestias, pero mucho sucumbieron.
Hagamos aquí un lugarcito a un hombre misionero que me confirma.
Espíritu profundamente analítico y genialmente sintético, tuvo la extraña visión retrospectiva de lo que había sido el mundo nuestro en las remotas épocas: creó las formas eslabonadas de los seres en la evolución filogenética; pronosticó su futuro, y elevándose desde la entraña misma de la tierra donde sus manos de sabio palparon esas formas fósiles que había soñado, se alzó hasta el poema de la Creación que vibra en su “Credo” como un acorde poderoso de infinita armonía.
Hoy, en la república entera se rinde homenaje a la memoria del sabio, y si el culto de los muertos es el lazo más fehaciente de la solidaridad humana, al hacerlo ante la tumba del maestro, importa también exteriorizar la gratitud reclamada por la herencia científica que recoge ya atesora como bien fecundo.
La verdad que dimana del conocimiento de la naturaleza, es lo que más hace perfecto al hombre, robusteciendo su cerebro, dando la luz que alumbra las sendas que eran tinieblas, revelándole el misterio y prestándole fuerza para afirmar con mayor seguridad su planta en la investigación de esa verdad que también se llama belleza.
En este concepto, no es solo la patria la que puede estar agradecida a la labor del sabio; son también los hombres de todos los pueblos.
Muerto el maestro, la comprobación ha continuado ya que los hombres se suceden unos a los otros y el afán de investigación es eterno desde que la razón pudo formarse. El territorio nacional, desde Jujuy hasta la Tierra del Fuego, entrega sus tesoros de la vida pasada, cada vez que se excava, y cada hallazgo es un nuevo elemento de prueba que robustece lo afirmado por él. Y esto no sucede sólo aquí en donde el capital fósil es mayor que en cualquiera otra parte; sucede en Europa como en los yacimientos de Plidtón y en África y en los de Egipto; de esto nos informan hasta los últimos correos llegados, y los que han creído al hombre originario del cuaternario europeo y descendiente de monos, han abandonado esa creencia que impugnara tan virilmente el maestro, en vista de lo que ellos mismos han encontrado ahora en su tierra.
El segundo aniversario de la muerte de Ameghino, llega en plena evidencia de su definitivo triunfo póstumo.
Sus 179 obras encierran otras muchas profecías que aún no se han realizado, dejando constancia, en cuanto a hechos y labor, algo que asombra.
Ameghino no fue sólo el paleontólogo que hallo más de 1000 especies nuevas y cientos de gérmenes, determinándolos. Halló faunas enteras desconocidas que marcaban otros tantos horizontes ignorados de la tierra, y con su dominio de la geología, estableció en la capa terciaria que no se trataba de tres o cuatro de esos horizontes, sino que ella era de trascendental y mayor importancia, pues se componía en realidad de diez y nueve horizontes que representaban otras tantas edades en las que mundos nuevos de animales habían aparecido y habían evolucionado hasta extinguir sus tipos característicos. No era ya marcar nuevas especies ni nuevos géneros: era el descubrimiento de épocas que habían durado cientos de siglos, con extraordinarias poblaciones viviendo en su ambiente.
En esto, la afirmación del geólogo estaba comprobada por la del paleontólogo que presentaba los restos fósiles de los animales diversos en cada época.
Halló en nuestro suelo que la Patagonia era la cuna originaria de todos los mamíferos que poblaban la tierra, y por tanto el hombre, presentando los diminutos seres primitivos de los que derivaron los gigantes monstruosos del terciario y pudo seguir paso a paso su evolución desde el origen hasta las formas actuales; el secreto de la evolución fue expuesto a luz del día, y la geología y la paleontología unidas le sirvieron para trazar las líneas de los continentes que habían existido en la tierra.
El mundo no había tenido en otras épocas la misma distribución geográfica que hoy tiene. Afloraron en su origen las primeras tierras, que surgieron del caos de las aguas; islas arcaicas diseminadas en el Océano hirviente entre las que se contaban nuestras venerables sierras del Tandil, testigos silenciosos de toda la evolución terrestre; después, en las épocas carbonífera, jurásica o cretácea, los Continentes cambiaron, como incesantemente y lentamente se modifican; tierras colosales como Gondwana, que se extendía desde las regiones occidentales de Argentina hasta las orientales de Queensland y Nueva Gales del Sur, abarcando en su conjunto Australia, India y la mitad austral de África y América del Sur. Destrozada después Gondwana el vasto Continente de Archilensis nos ligó al África, desapareciendo más tarde y quedando sólo como rastros visibles los picos volcánicos de las islas Trinidad, Ascensión y Santa Elena.
Esto explicaba las emigraciones de animales formados aquí, a África y Europa, en donde evolucionaron para regresar de nuevo, ya transformados, por los puentes geológicos que vinieron más tarde. Esta circulación de corrientes de faunas, dominadas en sus épocas y en el estado de evolución de los animales, permitió a Ameghino profetizar los tipos de fósiles que debían encontrarse en África y en Europa, en capas geológicas, lo que ha venido a realizarse después de su muerte, con asombro de todos.
El gran observador analítico había estudiado los dientes de los mamíferos desde su forma primera hasta la actual y el genial espíritu sintético y generalizador, había deducido de ellos toda la ley filogenética de esos seres. Por eso leía en los dientes y el examen de un solo molar, le permitió reconstruir el tipo antecesor del elefante; en ese mismo molar leyó toda su historia desde el más remoto pasado y pudo así escribir la de este judío errante que originado aquí, pasó a evolucionar en África y dio la vuelta al mundo regresando por el norte a América, después de haber alterado su forma en cada edad.
Fue siguiendo así a los seres de otras edades, desde el silencio de su gabinete, acompañándolos en su cambio de forma por todos los Continentes en todas las épocas, y por eso sabía en qué capa geológica se encontrarían sus restos en la forma que entonces debían haber tenido.
En el último tiempo de su vida, aplicó estas facultades poderosas y extraordinarias a buscar el origen y la evolución del hombre que él había presentido y explicado en su maravilloso libro “Filogenia”, y un cuarto de siglo más tarde tenía sobre su mesa los ejemplares fósiles de Homúnculos, el diminuto hombrecillo de la Patagonia de 50 centímetros de altura, Antroppos, Tetraprothomo, Diprohomo, Homo Simento, Homo Pampaeus y cien restos de hombres extinguidos, con lo que sorprendió su origen desde las capas eocenas, paso a paso fue siguiendo su huella y sus transformaciones, teniendo la felicidad de hallar sus restos.
Así transformó no solo la paleontología sino también la antropología, y sus atrevidas afirmaciones tuvieron más tarde como prueba irrefutable la evidencia de los hechos, de las formas predichas y encontradas, de los yacimientos comprobatorios que señaló en diversas partes del mundo y que aparecen recién ahora.
Por eso los descubrimientos del futuro llevarán su nombre ligado a ellos, y el recuerdo de su genio forzosamente tiene que acompañar los adelantos de la ciencia.
El monumento
El escultor argentino Ernesto Durigón, que acaba de regresar de Europa, en donde estaba pensionado por nuestro gobierno, ha concluido ya su proyecto de monumento al doctor Florentino Ameghino, el cual será presentado en breve al P. E. de la provincia de Buenos Aires.
Reproducimos hoy, día en que todos los colegios y corporaciones de la República rinden homenaje al gran maestro extinto, una fotografía de la maqueta que el señor Durigón presentará al gobierno respectivo.
Obra armónica y simbólica, bella en suma, en la que resalta la corrección de la forma por el dominio del dibujo, se ve en ella, coronándola, el grupo que representa la ciencia descubriendo a la naturaleza al arrancarle el velo del misterio, que como todo el bloque alegórico, será de mármol. A la derecha se ve el plátano simbolizando el genio, y debajo el rosal como belleza y el cardo de la naturaleza virgen.
La estatua de Ameghino será de bronce, así como los dos bajorrelieves, alusivos, uno a la fauna cuaternaria y otro a los fenómenos volcánicos terciarios.
La parte arquitectónica será de granito o piedra lustrada perteneciente a alguna de nuestras regiones, como lo sería por ejemplo, la piedra litográfica de Salta, cuyos tonos intensos y suaves servirían de fondo admirable al bronce.
La altura total del monumento será de 5 metros, sobre una base rectangular de 6 m. 50 por 3.
La conferencia de anoche
Con motivo del segundo aniversario del fallecimiento del sabio, se realizó anoche en el teatro Argentino, de La Plata, una velada, a la cual asistió una nutrida concurrencia de aquella ciudad y muchas personas de esta capital.
El acto resultó muy interesante y se prolongó hasta después de las 12.
Se empezó con el Himno al Sol, que estuvo a cargo de la orquesta dirigida por el maestro Ruta.
En seguida don Ernesto Nelsón leyó una larga conferencia sobre la obra científica realizada en su fecunda vida por el doctor Ameghino, disertación que fue hábilmente ilustrada por cerca de cien proyecciones luminosas.
El señor Nelson hizo un estudio detallado y preciso de los descubrimientos y teorías de Ameghino sobre los fósiles encontrados en las pampas argentinas, y que han constituido la base de todo un sistema científico, por medio del cual se explica con claridad el origen, desarrollo y evolución de todas las especies de animales que existieron en las distintas épocas geológicas de la tierra, hasta llegar al hombre, como el ser más perfecto de la creación. Finalmente, puso de manifiesto el papel principalísimo que ha desempeñado en todo ese proceso evolutivo el suelo argentino, según lo afirmado por el eminente hombre de ciencia desaparecido.
Hubo después varios números de música. En la segunda parte del programa el profesor Rodolfo Senet disertó sobre las teorías de Ameghino respecto al origen del hombre, y el profesor Víctor Mercante cerró el acto con un trabajo referente a los propósitos de la Sociedad Científica Argentina relativa a la obra de Ameghino de su generalización en nuestros centros de enseñanzas.
Esta tarde irán a La Plata, en el tren de las 12.15, delegaciones de los colegios nacionales de esta capital, compuestas de diez alumnos por cada uno, a asociarse a otros actos que se realizarán en la capital de la provincia en memoria de Ameghino.
El subrayado es nuestro. Queda comprobada la verdad que yo escribía, mientras este hombre la confirmaba con la ciencia, servidora del Espiritismo Luz y Verdad. Sigamos nuestro estudio.
Como habían quedado en el espacio muchos otros espíritus que debían encarnar en ellos, cuando sus padres sintieran el aguijón de la ley de la carne, se juntaron y se multiplicaron con profusión, creciendo las generaciones con portentoso desarrollo y llegando por la belleza y sabiduría, todo por el trabajo, a donde hoy nos encontramos. Han pasado 44,999,250 siglos desde que nos iniciamos, hasta que podamos empezar otra etapa: el Séptimo Día que se anunció con el juicio de mayoría y se confirmará con un nuevo parto de la tierra, del que se embellecerá con otro nuevo satélite, y recibiremos el gran “Electro Magno”, del Centro Vibratorio de donde proceden el espíritu y el germen telúrico que hemos visto salir del Sol, hace cerca de 123 millones de siglos.
¡Hombre! Conócete a ti mismo; que por dondequiera que te mires, te verás grande; reconocerás la grandeza de tu procedencia y te sentirás obligado a cantar a Eloí tu Padre.
Claro es que ya no hay discusión de que para qué se crean los mundos, pues hemos visto que todo fue sacrificado para hacer aparecer al hombre, habiendo pasado millones y más millones de siglos tamizando substancias para su cuerpo y alma; pero ¿no hay nada más que considerar?
Desde que los hombres aparecieron en la tierra, han luchado para llegar al conocimiento verdadero de su aparición, creyendo que sólo eso les podría poner en situación de buscar y encontrar toda la verdad; no estaban equivocados.
Pues hoy que ya tienen la verdad, empieza su carrera de estudios y tienen que corregirse de sus errores anteriores, encaminando sus pasos ya en derechura al Centro de las Vibraciones de donde todo procede, y allí, cantar el hosanna a Eloí y el himno del vencedor.
Si de tanta altura y grandeza procedemos, ¿cómo han de extrañarnos todos esos preparativos, todas esas manifestaciones de la naturaleza, todo ese sacrificio de todos los seres para producir con sus esencias el cuerpo del hombre, sabiendo que nuestro espíritu que ha de encerrarse en aquellos cuerpos y almas, es la esencia de la vida universal, del éter vivificante, porque es el creador secundario y parte consubstancial con el Creador primario?
Mucho hizo la naturaleza; ¡agradezcamos en ley su sacrificio! Pero sepamos también, que nada hizo de más: hizo lo justo; lo que le imponía la ley para recibir al que venía a ordenarla, a dominarla, a darle vida demostrativa, a purificarla más y llevarla, adonde sin el espíritu no podría ascender.
Los mundos, la Creación, no tienen más fin que darle asiento al hombre que ha de procrear por sí a los hombres, una vez que han aparecido los primeros, para lo cual, hubieron de encerrarse en aquellas bolsitas, naciendo como gusanillos; pero la naturaleza (aun siendo vida natural), se singularizó en la producción del hombre sobre la de otros seres, porque la ley la obligaba; porque el espíritu ya la ordenaba.
Los hombres, en su ignorancia, han adorado a la naturaleza, o mejor dicho a la tierra y con ello se han rebajado a sí mismos, debiendo saber que, cada uno de los hombres tiene más valor que todo el mundo. En cambio, han hecho también un mal uso de la tierra, y en sus obras la han manchado, por el orgullo, no sobre la tierra, pues está los dominó siempre en fuerza brutal y natural, teniendo que ser la tierra directora del que venía a ser su director, y esto fue por largos millones de siglos, cerrándole el archivo de sus secretos, porque el hombre, todo lo emplearía en reavivar sus instintos convirtiéndolos en pasiones, en vez de dominar sus instintos como era su deber, para hacer conciencia.
Sí; la tierra cerraba sus secretos y los hombres se veían sometidos a ella por su incuria; les deba sus alimentos, cual los merecían; poco más distinguidos que a las bestias, porque no quería señalarlos sobre las bestias que habían sufrido sacrificios para que el hombre apareciera; y como el hombre vivía todos los instintos de las fieras, ni éstas lo quisieron respetar después de salir de la cuna o la caverna; sin embargo, lo habían respetado cuando infante y lo dejaron crecer y multiplicarse, porque la ley les imponía respetar al indefenso; y no les imponía respeto, cuando ya el hombre podía razonar, con cuya facultad debía dominarlo todo y regirlo en amor.
Mas cuando el hombre derramó la sangre del hombre, todas las bestias reconocieron en aquella sangre su misma sangre y el hombre se sentenció a la lucha brazo a brazo con las fieras, que lo acometían, porque la afinidad del líquido de vida caído en la tierra reclamó su defensa y su venganza, porque era profanada contra la ley de amor que en todas las cosas hay impresa. De aquí, el hombre, empezará una vida desesperada, porque prevaricó; y la tierra y las fieras serán su castigo y su misión primera.
Corrió así el hombre, más de 44 millones de siglos, envolviéndose cada vez más en las pasiones. La tierra guardó en sus entrañas los tesoros de sus fuerzas, que ya no podía contener mas, aunque los expedía de continuo; pero sabia la tierra misma que llegaba al fin de su término y el espíritu universal reclamó su intervención y recibió en su suelo una familia, desterrada de un mundo que llegó a su mayoría: Neptuno; si allí eran supremáticos, eran sabios orgullosos, y en número de tres mil quinientos millones cayeron, encarnando en un breve siglo, cubriendo la tierra para servir de cama a la generación que vendría en una familia misionera, que se iniciaría en Adán y Eva, cuyo primer hijo, Set, de los mismos misioneros, daría la primera ley y cuyo espíritu es el mismo que anima el cuerpo del que os da hoy la ley de Amor.
En breves 57 siglos, aquellos 29 titanes misioneros, han triunfado en todo un mundo, porque venían como omnipotentes, porque comulgaban en la unidad universal y disponían de la sabiduría, fuerza invencible, cuando está como estaba solidarizada, en el Espiritismo; por lo que, el hombre de la tierra, recibiendo leyes en todos los Continentes y progreso y ciencias parciales y escalonadas, pudo saber hoy que, los mundos, sólo fueron creados para crear al hombre.
Es cierto que la humanidad ha sufrido terriblemente en esos 57 siglos; pero no había tiempo que perder, porque la hora se marcaba ya en la esfera de la justicia y era una humanidad renegada y prevaricadora; su juicio había ido acompañado de la destrucción del mundo y la ley no puede ser vencida por la ignorancia; pero había que luchar en 57 siglos, lo que el hombre debió luchar en cordura, en 44 millones de siglos en que avanzó solo el progreso del mal por las pasiones, y el progreso del bien y la sabiduría, estaban relegados. Hubo que poner de frente a supremacías contra supremacías, pasiones contra pasiones y tratar a la humanidad (sin faltar a la ley de amor) con terrible vara de hierro, sucumbiendo nosotros en nuestros cuerpos en esas mismas luchas, como en Isaías y los profetas; como en Antulio y Sócrates, filósofos, Juan y Jesús, como moralistas y aun hicimos sucumbir los imperios y restablecer reinos de libertad, desde Moisés y Ciro hasta el Cid y Jaime de Aragón, señalando el reino de la libertad y confraternidad con Napoleón; desde cuyo momento, pudo el espíritu hablar y descubrir todo el progreso en un corto siglo, que el mundo debió haber ganado con prudencia y raciocinio en 44 millones de siglos para llegar a su Juicio de Mayoría.
¡Qué de luchas tremendas y acerbos dolores hemos tenido que sufrir!
Hemos merecido que la Cosmogonía nos salude y que el Espíritu de Verdad (que siempre nos dirigió en nuestra temeraria empresa) le haya podido decir al Padre común: “Consumatum in brevis es plebit tempora multa” (Y consumieron en breve tiempo, la obra de muchos siglos).
Ya veís, hermanos míos, si teneís que considerar puntos profundos en la Creación de los mundos, para saber por convicción que los mundos son creados sólo para crear al hombre, y que el hombre asuma todo en el mundo.
Hay un punto esencialísimo qué decir y a propósito lo guardé para cerrar este párrafo, para borrar con él todo el error sobre el hombre y sobre todas las especies.
Cada una de las especies, al aparecer por primera vez en un mundo, lleva todo lo concerniente y afín a su especie; y el mundo, o la tierra, hablando en propiedad, jamás produce dos veces la misma especie, porque la ley es ascensión eterna.
Así, el caballo, con toda su familia, y el león, y el gato, y las aves, y los peces, como los reptiles, cada especie, al aparecer sobre la tierra, llevan en sí ineludiblemente todo lo que es de su especie, aunque las veaís divididas en muchas familias; de los primeros, se reproducen por la procreación de la misma especie, que cada vez se va embelleciendo por la depuración de sus almas, las que, continuamente pasan al alma universal donde las toman los espíritus para sus almas, con las que el espíritu enriquece las suyas y domina los instintos de todos, por su poder y sabiduría.
Esto mismo nos confirma más, que toda la creación fue hecha solo para el hombre, porque su espíritu es el creador secundario y todo tiene el mandato de servir al hombre; pero el hombre tiene el mandato del amor, al que obedecen todas las cosas; si el hombre, no las domina en un tiempo, es porque no ama.
Pues bien: la ley es una sola para toda la Creación; así el hombre, una vez que aparece en la forma prodigiosa y natural que habeís visto, lleva en sí todo lo que pertenece al hombre y, el mundo no produce dos veces al hombre, sino que se procrea de sí mismo, porque es fuego y viene a purificar la materia. Aunque el hombre primitivo es la ley. Antes de ser hombre, ha pasado por todas las especies de todos los reinos, de cuyo producto se forma su cuerpo y alma; pero llegado el momento de producirse el hombre, aparece el hombre en las entrañas de la tierra y no en el vientre de un animal; no aparece animal par ir transformándose, sino hombre como es hoy, con su estructura y organismo; claro que tosco porque toscos son los materiales que encuentra, aunque sean esencias animales, vegetales y minerales, pues la obra resulta según los materiales. Si el espíritu fuera tosco, llegaría por su trabajo y por su ley a la belleza delicada y aromática de nuestras tiernas compañeras y a la fuerte y modelada musculatura del hombre de hoy y seguiremos embelleciéndonos; es el proceso eterno.
Aunque en apariencia sea la ley de Afinidad la que crea los mundos, como ésta es sólo la voluntad de la universalidad de los espíritus del infinito y custodia de la ley de Amor que es del Creador, la acción de creación de los mundos, es ineludiblemente del espíritu y luego del hombre.
Hemos visto las maravillas que concurren en la formación de nuestro mundo y todos pasan por la misma ley porque ésta es sólo una. Hemos contemplado el esfuerzo máximo para producir al hombre con tanta maravilla y, con tanta belleza abrupta.
Si el hombre no estuviera, ¿sería un mundo? Para vivir y ser hombre, es necesario que el hombre sea completo. Es decir, que viva en su trinidad; porque sin saber que es trino, no es hombre, porque no es sabio; y porque no es sabio, no es omnipotente. Lo hemos visto vencido por las pasiones, que antes, en los animales en cada uno, eran sólo un instinto; luego el hombre es hombre cuando vive su trinidad. Tarda mucho el hombre en verse trino, aunque esté envuelto en él el espíritu; pero está aprisionado, es esclavo, no tiene acción, no es hombre; lo es, cuando el espíritu se liberta de su esclavitud y hace que el cuerpo y el alma, vivan cumpliendo su deber, sin que el espíritu sea estorbado en su obra de sabiduría.
Así, el mundo, antes de aparecer el hombre, no es un mundo, porque le falta la obra maestra que le de el digno remate de la obra; le falta la sabiduría, el discernimiento, la obra del hombre, que es su corona; en tanto, es el feto de un mundo; es la obra levantada de toscos materiales, pero inhabitable porque le faltan el retoque, la arquitectura, los pisos y los muebles; no es una casa, es la obra de la casa, que lo será cuando el arquitecto la haya revestido y decorado. Esto no lo puede hacer la naturaleza, ni aún el espíritu por sí solo; necesita del cuerpo del hombre, con cuyos miembros, el espíritu, obrará su sabiduría.
Es cierto que todo concurre a la creación de un mundo; pero también a una obra concurren materiales y herramientas; pero éstas no se mueven, ni las piedras y ladrillos se ponen y sobreponen en simetría por sí solos, sino cuando el obrero maneja las herramientas y las coloca; pero ni aún esto se hará bien, si antes el ingeniero no distribuyó el terreno y no dio las medidas conforme a las necesidades, midiendo la resistencia de los materiales para la estabilidad de la obra, sin cuyas paredes, el arquitecto no podría dar vida, arte y belleza.
Si yo cavo la tierra o manejo los instrumentos de mis oficios y me muevo, o escribo, ¿es debido a mis brazos, pies, ojos u oídos? Es debido a mi inteligencia, que hace voluntad y conciencia.
Pero ¿de quién es la inteligencia? Los animales no la tienen; los materiales tampoco, ni aun el cuerpo del hombre cuando es cadáver, o está durmiendo; luego la inteligencia del hombre, es del espíritu y así, la obra, es del espíritu.
¿Puede el espíritu obrar sin materia? Él no tiene pies, brazos, ojos ni oídos, ni aun cerebro; las obras de los mundos son materiales y necesitan brazos, pies, ojos y oídos; entonces, el espíritu no puede hacer nada sin materia, en lo material, que son los mundos; pero por su sabiduría, de la materia se hace los cuerpos, preciosa herramienta para su obra; por lo tanto, la obra material es de la materia; pero con la inteligencia del espíritu, por la sabiduría, y con la omnipotencia que le fue dada sólo al espíritu.
Si él es el director no puede prescindir de las herramientas y los materiales, sino que ha de dar formas y belleza con esos materiales. En una palabra: ha de demostrar la vida tangible e inteligente, lo que hace que el premio le corresponda, porque, si la inteligencia es el todo y ésta es del espíritu, la obra de los mundos y las cosas del mundo (entre cuyas cosas el conjunto es el cuerpo del hombre) es completamente del espíritu; y así el que opera la creación de los mundos, es el espíritu antes y después del hombre.
Ya probamos en su lugar, que la vida del alma y del cuerpo es temporaria y dijimos algo sobre la vida de los mundos; aquí debo decir, lo que corresponde a los mundos.
Sabéis que la ley es una para todo el Universo, y que materia y espíritu son regidos por la misma ley y es progreso indefinido e infinito. Hemos visto la formación de nuestro mundo y nada más fácil que comprender que vive, puesto que nosotros vivimos en él.
Vemos desaparecer los cuerpos de los hombres. Esto, para los hombres ignorantes era la muerte; más la muerte no existe; porque todo tiene vida eterna; pero, como está impuesto el progreso eterno, si los cuerpos no se transformaran, esa misma estabilidad, representaría la muerte y hasta el Creador y el espíritu envejecerían y morirían y la eternidad sería una ficción.
Y si la eternidad no existiera, ¿para qué tanta lucha del espíritu y aún de la materia? ¿Por qué esas maravillosas creaciones de los mundos y los hombres de tantos millones de siglos? ¿No sería un sarcasmo la vida de los cuerpos, o del hombre, que dura tan breves segundos comparada con los millones de siglos que cuesta crear un mundo? ¡Y pensar que esto creyeron los hombres!... ¡Da lástima! Las terribles luchas de los misioneros para iniciarlos en la verdad de la eternidad, suponen mucho más prodigio que crear el mundo y el hombre, y, sin embargo, esto fue hecho, “y consumieron en breve tiempo la obra de muchos siglos”.
Si el espíritu vive eternamente, ¿puede ser que muera el mundo donde se enriquece, donde trabaja, donde adquiere más sabiduría y con el trabajo se abrillanta? ¿Cómo se probaría que la ley es una y que sobre ser una es amor? ¿La ley es una? ¿Vive el espíritu? ¿No tiene límites el progreso? Entonces, los mundos viven eternamente, aunque desaparezcan como unidad.
Los mundos, como las humanidades, tienen de vida siete días o épocas, que se diferencian, en que las humanidades hacen sus días más cortos, pues cuando aparecen en la faz del mundo, ya éste tiene hecha más de media tarea; pero han de acabar los dos a la vez y cada uno busca su Centro.
Los mundos, cuando han cumplido su misión, (que es cuando el espíritu encarnado en el hombre nada tiene que estudiar ya en él), desaparecen; salen de su órbita y se disgregan en fragmentos y sus escorias van por su ley a alimentar con sus sólidos, a otros mundos en formación, y llevan minerales a unos, materia que ayude a solidificarse a otros que están al principio de su formación, como el mundo disgregado, recibió también residuos de otros que se disgregaban, cuando él se formaba; pero siempre en ascensión de perfección, porque, ninguna molécula de los mundos, ni de los hombres, hace dos veces la misma función; la ley es ascender y los fragmentos del mundo que desaparece ascienden a un mundo más perfecto y más depurado y esto responde, además, al progreso indefinido; a que todo se espiritualice; es decir, a servir al espíritu de alma, que cada vez se agranda más pero ha de llegar por grados; por esto, los fragmentos de un mundo que ya han hecho un trabajo, por el que se han enriquecido, y también por el contacto de la luz del espíritu, cuya luz es un crisol, le pertenece en ley ascender y asciende de grado en grado, hasta llegar a convertirse en esencia, corriendo de mundo en mundo, y llegando así a ser alma individual un día, que brillará más que un sol con la luz del espíritu, que la habrá agregado a su alma, ya purificada.
Ya veis cómo, aunque desaparecen los mundos del punto u órbita en que sirvieron a una humanidad, no sólo no han muerto, sino que empiezan a vivir de nuevo, aun en su cuerpo o armazón; pero viven más vivos, en los espíritus cuando desaparecen, que cuando nacen y se crean.
¿Por qué he dicho, que las escorias de un mundo que desaparecen van por su ley a alimentar otros mundos? Escorias son, los residuos que quedan de toda cosa que es sometida al fuego; éste no la puede consumir porque no le es asimilable; así quedan cenizas, que no sólo no puede consumirlas el fuego, sino que, si las echan en el horno, amortiguan y apagan el fuego.
He aquí el ejemplo vivo de lo que pasa a los mundos; son combustible que consume el espíritu y consume (como el fuego) todo lo que le es asimilable, y lo que no, lo deja en cenizas; son escorias que no le sirven en aquel estado.
Pero, ¿se pierden esas escorias y esas cenizas? No. Está la Química, que las rehabilita y las hace servir; de las escorias se hacen hasta adoquines que embellecen y afirman las calles de las ciudades; y de las cenizas se hacen lejías para limpiar e higienizar el cuerpo del hombre, o son su defensa contra el pulgón y otras plagas que acometen a las plantas. En último término son devueltas a la tierra y se asimilan a ella. No seréis capaces, después de algunos siglos, de encontrar cenizas ni escorias muertas donde sólo cenizas y escorias fueron depositadas. ¿Qué paso? … Que no eran cosa inútil, ni muerta, y puestas en su ambiente, se transformaron y vuelven a servir de nuevo al fuego y otra vez consumirá el fuego lo que le sea asimilable. Así se transforma todo eternamente. El espíritu consume materia y exprime la vida de los mundos por los cuerpos de los hombres, hasta que no queda nada asimilable; el mundo y el espíritu, han terminado allí su tarea y su epopeya.
¿Qué sacó el fuego que consumió el combustible? Sacó calor, que convirtió en luz y movimiento; éste en fuerza, con la que hizo trabajos de provecho a las necesidades del hombre y le dio satisfacción y bienestar relativo, porque pudo hacer progreso, ciencias y civilización. Es decir, aprendió a hacerse sabio y llegar a donde el hombre se proponía: a comprenderlo y a dominarlo todo.
Esta es la función del espíritu, por sus cuerpos, en los mundos: exprimir toda la vida del mundo, todas sus esencias y riqueza de sabiduría, todas sus fuerzas, toda su luz y toda su sabiduría; y todo lo guarda en su archivo y como es natural, se enriquece. Y cuando no hay más que sacar, cuando no hay más materia asimilable, la ley del más del eterno progreso, lo llama a otra parcela que empieza en el grado de riqueza donde termina la que explotó, y se va el espíritu, llevándose el valor del mundo, computado todo su peso y valor, en luz, potencia y sabiduría.
¿Ha muerto aquel mundo? El espíritu es amor; el mundo va en el espíritu, en esencia; recién empieza a vivir la verdadera vida, que sólo está en el espíritu; ahora vive por toda la eternidad; vivía individualmente vida animal, sólo en su órbita, cumpliendo la ley de trabajo; ahora vive la vida del progreso y en muchos mundos y en el Universo, porque vive en el espíritu; y como el espíritu es consubstancial del Creador su Padre, con el espíritu vive en el Padre, llegando a esta conclusión: los mundos y los hombres están muertos cuando decimos que viven, y viven cuando decimos que han muerto. Lo que quiere decir, que si cuando es hombre o mundo que se mueve en su órbita vive, a pesar de que su vida es de lucha y sufrimiento, cuando el mundo y el cuerpo del hombre dejan esa lucha porque triunfaron, viven más, porque viven gozando de su victoria por la cual se sacrificaron.
Ya vimos, que el espíritu, al ser lanzado a la lucha donde ha de enriquecerse y ser sabio por el sufrimiento, es sencillo porque sólo sabe amor y no lleva otra arma para ganar las terribles batallas que le esperan en los mundos.
He indicado también que el espíritu llega a los mundos de expiación a licenciarse en derecho, cuyo último grado lo recibe después del Juicio de Mayoría o final, porque entra en la Comuna; y aunque está dicho en el “Código” y libros anteriores, algo referente a los mundos que preceden al de expiación y de los Siete Días de las humanidades en cada mundo, debo extractarlos aquí, porque este estudio no puede ser incompleto y sin cuyo conocimiento, no puede el hombre conocerse a sí mismo, a pesar de todo lo dicho aquí y lo que se dirá hasta el final de este libro.
Sin estos conocimientos, habría cuerpo y cabeza, pero faltarían los pies y yo no puedo hacer un hombre incompleto. ¿Cómo podría mandaros que os conocieseis a vosotros mismos?
¿Qué contestaría si me preguntarais dónde están vuestros pies?
Ya os dicho que lo dije en el Código y antes del Código; pero aquél es aquél y éste es éste; aquél es la Carta o ley orgánica; éste es el cuerpo del hombre que debe absorber aquel Código, y yo no quiero hacer obra incompleta, para que no se me diga: “Médico cúrate a ti mismo”.
Tenemos ya mucho camino andado, porque sabéis por quién y cómo se forman los mundos, que son todos en la misma forma y por el espíritu, sin diferenciarse más que en la relación de la materia, que es más opaca y más cenagosa o imperfecta cuanto más bajos (en su grado) son los mundos; pero el proceso es igual, menos los partos de los mundos, ya que éstos sólo los tienen, de los mundos de expiación arriba, para corresponder en belleza según se eleva el espíritu y esto es armonía. Hagamos puntos y bajemos, pues, a nuestra cuna del progreso.
Seguid el proceso de la formación del mundo como queda dicho, hasta la aparición del hombre en la tierra; pero observad que en aquella hecatombe para producir las esencias y fundirlas en todos los reinos de la naturaleza que habían de dar al hombre sus productos, no ha aparecido un satélite, o luna, en el mundo embrionario.
Figuraos, también, nuestro mundo, en una noche de eclipse de luna y con espesos nubarrones que corren de un lado a otro; esa es la luz y estética de sus días; todo es frío, todo triste y silencioso; ese es un mundo embrionario.
El Padre lanza una pléyade de espíritus en Su Vibración; y por las funciones que habéis visto en la tierra, aparece el hombre en el mundo aquél, apenas con vida, porque no hay conciencia; duerme el espíritu su letargo; no sufre, no hay sensibilidad en su alma; pero la ley está allí y no han caído aquellos espíritus para ser unos troncos; aunque solo tienen el principio de algunos sentidos, el Espíritu Maestro y la ley de Afinidad, juntan los machos y las hembras y la procreación empieza; aquella sensación, casi imperceptible, empezará a dar sensibilidad a su alma pesada, casi tierra. Así pasan generaciones y más generaciones, hasta que va empezando a tener un instinto y busca a la hembra; vive, empieza a moverse y se descalabra en un despeñadero o cae en las fauces de una fiera que parece una montaña, que tampoco se mueve y el dolor aumenta su sensibilidad y el espíritu empieza a anotar en su archivo.
Luego de millones de existencias, en millones de siglos, que él aún no puede contar, empieza a sentir el celo por el goce de la materia y éste lo hundirá en lo que nosotros llamamos crimen: él no lo sabe; pero luego, el recuerdo lo hace sufrir, y como el muerto también tenía otra hembra y otros cachorros, lo persiguen y sucumben unos y sus almas rudimentarias no pueden elevarse del suelo por su pesantes, otros; y, vuelta a nacer, aprisa, porque las existencias son cortas por esas razones y otras como ser, el no discernir en el alimento. Como su descanso es estar en un cuerpo; se encarnan, pues, llevados por la necesidad que les imprime la ley de Afinidad y Justicia y así casi siempre estarán encarnados, hasta que los más adelantados, pueden dominar por el instinto de conservación. Conocieron que se movían, que podían dominar las fieras montañas; llegarán al final con el instinto de conservación, cuando la naturaleza les haga notar sus volcanes, que los estremezcan y hallen consuelo en albergarse muchos juntos; entonces aparecen las tempestades y al terror de los rayos y relámpagos, piden misericordia. Ya sienten, conocen que son seres; han salido del embrión. El mundo y sus habitantes, han llegado a su fin. Aquellos espíritus que llegaron en la Vibración de su Padre, llevan un alma y un archivo, pesado, doloroso, muy triste; pero saben que son seres y en su letargo, pidieron al rayo y al relámpago… ¡misericordia! Y por él el Padre oyó su voz y son sacados aquellos espíritus a más luz, donde en su subconsciencia repasan como beodos su odisea pasada; no tienen voluntad; son inconscientes; sólo ven que se mueven y que les consuela la reunión y viven como en pelotones. La ley es inflexible y los coloca en un nuevo mundo, un tanto más luminoso pero más terrible, que en donde se engendraron.
Imaginaos nuestro mundo en un día de espesa bruma, en que la vista alcanza apenas 100 metros y que sólo en la mayor fuerza del día traspasa muy tenue la luz de nuestro Sol y tendréis una idea de la luz y atmósfera del mundo de prueba, donde entra aquella familia de espíritus pesadísimos, por la enorme pesadez de su alma primera, la que jamás dejará ya y de la que se vistió en el mundo embrionario.
Sin embargo, allí hay más vida que de donde ascienden; vientos que corren pesados, húmedos y cálidos, casi asfixiantes; entre esa temperatura de 100 grados centígrados de los nuestros, aparecen los primeros hombres en la misma forma en que los vimos en la tierra, más rústicos, pero más finos que en el Embrionario.
El alma de los tres reinos, se había fundido en idénticas condiciones como en la tierra; también se funde (al tomar carne los espíritus) su alma embrionaria, y se neutralizan las dos almas, convirtiéndolas en una sola alma universal en aquel mundo, y así se viste, cada espíritu del alma de los dos mundos y cada una lleva su archivo. Conviene deciros que si he dicho que se funden las almas en aquella alma, debe entenderse, que es sin dejar el espíritu su alma primitiva; lo que se opera por el hecho natural de tomar allí el alma correspondiente; y del alma embrionaria, caen las mayores escorias para quedar las primeras y más altas esencias, que se igualan con el grado del alma segunda, o del mundo de Prueba. Esto está acorde con la ley del progreso y la justicia, porque así tendrá más valor en menos peso y queda aligerado el espíritu. Este es el primer premio por su primer triunfo.
Ya tenemos esta familia en la lucha del mundo de Prueba; allí llegó conociendo que se movía y que era un ser; allí debe conocer que no está sólo y que sus semejantes son como él y que por sobre ellos se mueve algo que los domina, contra el que nada pueden.
Pasemos los primeros millones de siglos, con millones de existencias a las que han ido casi inconscientes, regidos sólo por el aguijón de la carne; reinado en el que, todo lo que podían tragar, les servía de alimento, no importando que fuese el cuerpo de la misma hembra donde había engendrado, o el del infante nacido, o la fiera muerta por otra fiera o por el hombre, que ya supo luchar aullando más estridente que la fiera, al dolor de los zarpazos o dentelladas, que le hizo saber huir y subirse al árbol.
Esto ya era astucia; ya tenía más defensa, pero también al árbol subirían otros animales. Él tenía el instinto de conservación y podía servirse de sus remos más hábilmente para subirse al árbol. Aquí la ayuda de otro semejante, le haría simpático y lo miraría con la inocencia de un niño, como preguntándole: “¿Cómo has venido? ¿Por qué me has ayudado?” Sus espíritus se hablaron. Se dan la mano, se siguen, se suman otros, hacen tribu y al fin ven, que aquellos infantes que se comían, eran como ellos y nacían de la hembra que corrían y cazaban en manadas. Fue despertando el sentimiento, porque, cuantos más eran, más se defendían y se hacían respetar, sobreponiéndose a sus antiguos devoradores.
Este era el momento preparado por la naturaleza; se habían reconocido, se veían iguales en apetitos, inclinaciones, musculatura y necesidades y juntos triunfaban; solos sucumbían. El egoísmo propio no imperaba, porque les agradaba la ayuda que les hacía todo más fácil; esto les ponía en el dominio del mundo, en todos los parajes a donde sus correrías inconscientes les llevaban.
Todo lo vencieron; sólo eran vencidos por la tempestad que diezmaba la tribu con el fulminante rayo y clamaban, al ver caer al compañero, a la hembra que les daba el único goce que podían disfrutar, o al infante, en cuyos ojitos veían reflejarse su imagen; cuando veían formarse la tempestad, corrían desaforados a ocultarse en las grutas de la piedras, o en los troncos de los árboles; temían. De aquello no se podían vengar y lloraban su impotencia; pero en la repetición constante, en el curso de su vida y en el consuelo de la compañía, su espíritu soñoliento que oía voces en su subconsciencia, al sonar el horrísono trueno, pedía a aquellas voces que lo sacaran de allí; reconocía que sobre él había quien lo dominaba; él no sabía lo que era, pero respetaba, porque temía; y como ya el sentimiento existía porque le dolía ver caer a la hembra, al infante y al compañero y temía a los elementos, era toda la labor de su prueba. Nació el sentimiento por temor; había dominado a las fieras uniéndose el hombre al hombre, después de haberse devorado el hombre al hombre; en su temor pedía y la justicia era cumplida; la ley de amor ya tenía acción y saca aquella familia del mundo de Prueba, para que fuera de la pesada carne, repase un momento el terrible archivo que lleva, que aún no le pesa, porque aun duerme; lo subirá la ley donde despierte; donde haga consciencia de sí mismo y reconozca al Creador, ya que reconoció al hombre como bueno porque se ayudaron y temió la tempestad que no pudo vencer y la lleva impresa en su subconsciencia.
Estos mundos son pintorescos, cuanto terribles y ya están minuciosamente estudiados y descriptos por el Dante, en “La Divina Comedia”, y sea aun ese libro, en su parte substancial, uno de los estudios de los hijos de la Comuna, puesto que, el hermano Dante, vino en su existencia a descubrirlos como principio fundamental de la vida del espíritu.
Hay en él algo grotesco, propio del tiempo en que se dio; y aunque la humanidad disoluta no lo tomara en toda su seriedad, tampoco pudo desecharlo ni sustraerse a su influencia; y de que descubrió la realidad de la verdad, básteos saber, que la Iglesia católica lo prohibió en sus dominios, porque descubría y derrumbaba sus absurdos dogmas.
Como en verdad es en el mundo Primitivo donde descubre la vida el espíritu y es donde empieza su vida de conciencia, este libro será limpiado de los prejuicios que necesariamente debía tener el Dante en su materia, y será el archivo o biblioteca de los hijos de la Comuna, para que lo vean en la realidad, por el desdoblamiento consciente y la videncia y así puedan mejor apreciar el bien que disfrutan, sabiendo que nosotros procedemos de un mundo igual; y verán allí sus espíritus conocidos nuestros que fueron expulsados de la tierra el día del Juicio Final; esto, se os manda, porque es de justicia ayudarlos, como nosotros fuimos ayudados en un mundo primitivo similar.
El mundo Primitivo es, un mundo de mucha más actividad que los dos anteriores; hay un Sol rojizo, muy opaco, y una atmósfera caldeada y espesa; las tempestades son horribles y muy continuadas y los vientos huracanados arrastran siempre imponentes trombas de candente arena, que sepultan a los seres en los tupidos bosques.
Los volcanes están en continua erupción y los ríos llevan sus agua humeantes, con residuos minerales que les dan ya un color de azufre, ya cobrizo, y los hay que más parecen sangre que agua.
Sin embargo, todo aquello es de gran valor a la vida de los cuerpos de los mundos de expiación, cuya riqueza ha de recoger el espíritu en su alma y en la nuestra la llevamos.
Cae allí el espíritu que ascendió del mundo de Prueba, y como en el anterior, funde su alma con el alma de ese mundo de fragua y aparece en aquel torbellino donde se encienden todos los instintos de su alma que corren por su sangre espesa y rojo negra.
Allí, desde el primer momento, sabe que la compañía le es necesaria, porque es el fruto del anterior mundo y teme la tempestad, porque la temía y en él perdura la subconsciencia.
Como el ambiente caldeado reaviva los instintos soñolientos de los dos mundos anteriores que están en su alma y sus enemigos las fieras, son más agiles (así como él también), crecen las luchas y sucumbe en ellas, siendo alimento de las bestias; por sus sufrimientos y el azote continuo de los huracanes que lo llevan y lo traen como una hoja seca, va cediendo en su ferocidad por su impotencia y se abrazan los hombres pidiéndose ayuda; pero como la fogosidad de su sangre ardiente lo exalta, lo lleva a la impaciencia y a la desesperación y aniquila a cuantos encuentra de sus semejantes, ya porque los cree culpables de todo aquel sufrimiento, o porque le pareció que era mejor albergue el que tenía, o por la conquista de la hembra codiciada, porque sólo en aquél goce encuentra algún lenitivo a su continuado sufrimiento.
Luego que los aniquiló, le sale al paso la terrible fiera y no la puede vencer solo y reconoce que hizo mal en destruir a su semejante y aumenta su sufrimiento por el remordimiento y sucumbe entre horribles tormentos, viendo cómo la bestia le chupa la sangre.
La hembra corre con sus hijuelos, perseguida por la terrible fiera mamífera; se esconde en las cuevas y allí está días y días escondida, porque la fiera espera impasible y aquel sufrir le aviva el sentimiento y le da valor y astucia y pide al hombre que se una y aniquile aquella fiera; el hombre, al fin, triunfa por su sufrimiento y unidos ganan el bosque y se dan guardia; esta resistencia, obligará a las fieras por el hambre, a acometerse unas a otras, porque el hombre aprendió a refugiarse en los árboles y, en caso extremo, en los lechos de los ríos; así discernió y supo librarse de la fiera y de la tromba.
El celo de la carne crece; la hembra tiene sus simpatías, porque la ley de Afinidad en todo está y esto es causa, continuamente, de aniquilarse los hombres y el derecho del más fuerte; pero el remordimiento le atormenta; no ha debido matar a su semejante; el trueno horrísono y el terrible rayo lo amedrentan y llora y en la impotencia pide; ya le habla su remordimiento y llega un feliz día en que la ley de justicia lleva espíritus casi sabios, aunque prevaricadores de mundos de expiación y encarnan.
Empieza aquel mundo a transformarse, porque los recién llegados se han preparado materias un grado más bellas con arreglo a sus afecciones; y si esta afección es de la carne y tomó en justicia el sexo femenino, sus mejores formas, su mayor discernimiento, la atraerán quiera o no la atención de los otros, que desterrados como ella, se disputan su posesión; aquella hembra, no se da reposo en su pasión, porque los desterrados sucumben a la fuerza bruta de los primitivos y éstos, no se hastían de las hembras mejoradas. Este es el momento culminante de este mundo.
Esos llegados desterrados de mundos mejores aunque de expiación, donde no se quisieron redimir, allí tienen que ser redentores; allí se hastiarán de su pasión, pero disputándose la hembra con el primitivo al que acabarán por vencer por la superioridad de la sabiduría y, hastiados de la pasión, entrarán en su acción de unificar los sentimientos y de resucitar el reconocimiento de todos; pero, como ellos, sufren los elementos y aún más intensos, porque en ellos hay conciencia.
Por esta conciencia en él semiplena; y cuando ya ha conseguido sobreponerse por su conocimiento a los primitivos, éstos piden a él y, en medio del volcán y de la tempestad, logran que reconozca al ser que los domina con las fuerzas que no pueden dominar, ni huir de ellos; y como sus almas se van confundiendo todas en el sentimiento, los primitivos, por fin, ante la impotencia, piden al que ya presienten, porque los desterrados le han dicho “que hay más arriba de ellos otro mundo de grandes dichas y que ellos de allí proceden”, y por primera vez resuena en aquellos espíritus la voz de justicia y corren despavoridos sin encontrar donde guarecerse, porque la voz les sigue; es su propio espíritu que habla a sus conciencias y al fin caen redimidos y confiesan, al Ser que no conocen ni ve y que los domina. Ya han confesado al Autor de los Mundos y de sus espíritus; ya son seres conscientes de sí mismos; lloran inconsolables y por fin, el más adelantado de los desterrados y los más adelantados de los primitivos, forman la unión de una sola familia de redentores y redimidos y su pedido a la justicia es oído. Caen todos los cuerpos y a la vez por la suprema demostración de los elementos que rompen el mundo, demostrándoles que, nada hay en el infinito que burle las leyes del Creador.
Llegó el primer momento de la vida consciente, pero sólo de la materia. Hasta ahí, no se le ha pedido cuenta ni hecho cargos al espíritu; y en ese estado, el más deplorable y lastimoso que podáis imaginar, llegan legiones de espíritus del mundo de expiación de donde habían sido desterrados los que habían sido redentores primeros de los primitivos y los recogen entre sollozos de amor, destrozados de la tremenda lucha y son trasladados a un mundo de transición, que en general es la luna o satélite hijo del mundo de expiación, que luego habrán de ocupar. Allí quedan, como los cuerpos en el sepulcro, transidos, desgarrados, esperando curarse las heridas; descansan.
Descansan allí los recién nacidos en la conciencia y vencedores por su esfuerzo, de la bravura de tres mundos; descansad también vosotros, hermanos míos, , que si vosotros habéis profundizado en los hechos al leerlo como yo lo he sentido al descubrirlo, necesitáis, como yo, alentar y respirar el ambiente consolador de nuestro mundo, aunque haya luchas aún es este momento en la tierra, que no las habrá cuando lo leáis en el régimen de la comuna y os consolaréis; por lo que, mi espíritu, vuela un momento a la gran Sion y se sienta en su sillón del Consejo del Padre, para reparar las fuerzas gastadas en mi paseo por los mundos descriptos y allí, en aquel sillón, quedan las huellas de las lágrimas que vierto sobre este libro, donde mi pluma corre jadeante de amargura y conmiseración.
¡Hermanos míos! El consuelo del misionero es rápido porque conoce la ley y porque la omnipotencia universal llega a él tan pronto invoca a Eloí del que recoge la vibración y queda confortado.
Sigamos a estos recién nacidos en su transición.
Van despertando según su progreso, lenta muy lentamente; pero al despertar ya no están solos; ya no ven los volcanes que aún están reflejados en su conciencia aterrada. En su lánguido despertar, como el cataléptico, otro espíritu su hermano de amor, lo saluda con divina sonrisa y mirada bondadosa y le señala más arriba; pero aun no pueden resistir los rayos del sol; están convalecientes… ¡Fue tan tremenda la lucha… Es tan grande la carga que arrastran… ¡ Aun no saben que todo aquello es una deuda que tienen que pagar; dejemos que todos despierten.
En aquel sitio de convalecientes nadie les estorba; allí no hay vida animal ni vegetal; aquel pedazo también tiene una tremenda historia; es sólo el folio más culminante del amor; allí se lee: “Sacrificio”. Es un pedazo del mundo que sigue su creación preparando esencias para que los que allí convalecen al amor del Sol que los baña y de los guardianes que los custodian, lleguen en el día de la ley, a trabajar y ganar con qué pagar la deuda terrible que al despertar reconocerán.
Ya han despertado; ya se hacen conciencia; ya ven su terrible deuda… Llora; son lágrimas de dolor, de alegría y de agradecimiento; los rodean legiones que les hablan y los animan; los más intrépidos, los redentores de esa familia, desterrados de un mundo cuando acaba su expiación; la mayoría, son transportados al mismo mundo de donde fueron expulsados; ven sus obras y lloran más; pero ya no conocen el mundo, porque allí ya no hay luchas, no hay sufrimiento… porque ya no hay sacerdotes y no hay supremacías; sólo hay amor en fruición; “solo hay Comuna”; conoce lo que perdió; sabe, porque lo ve escrito, que otra vez tiene que pasar por idénticos trabajos, pero reconoce al Creador.
Los otros, los ascendientes, los redimidos del primitivo, tienen menos deuda, pero también menos conocimiento; ellos sólo tienen conocimiento de tres mundos; sufren menos; son más ignorantes y son llevados al mundo silencioso en formación que habrán de ocupar y luego pasan a aquel mundo de transición, hasta que se den exacta cuenta de su deuda; reconocen a su acreedor y prometen saldar la deuda y adorar a su Autor.
Hacen frecuentes visitas a mundos recién empezados en la vida de expiación y allí se instruyen esos espíritus en el trabajo; en tanto que, los antiguos expulsados, repasan todo el archivo en su espíritu del trabajo del mundo de que fueron expulsados y estudian, con sus guardianes, la vida de Comuna; llegó el momento de tomar a su cargo el mundo que se les preparó para su expiación y aparecen en las bolsitas de los troncos del Quino, desde donde subirán por la lucha, por propio esfuerzo, por la sabiduría conquistada, por la omnipotencia, conociéndose a sí mismo, adonde estáis hoy vosotros hijos de la Comuna, desde donde abarcáis de una ojeada toda esa tremenda historia; por lo que, ya en la felicidad que irá en aumento cuanto más progreséis, comprenderéis mejor vuestra procedencia, hacia cuya Casa natal y común caminamos.
Cantemos en nuestro amor y reconocimiento un hosanna efusivo a nuestro Progenitor el gran Eloí.
Hermanos míos: ¿ podríais, muchos, pensar en esta primera hora, qué tales fueran vuestros espíritus?
Yo sabía, que este conocimiento os arrancaría lágrimas; yo también las he derramado y soy el Maestro; pero eran necesarias, y sabed, que llegan como refrigerio a los muchos mundos de esos grados que hay siempre, porque “la creación sigue y no se acaba”, -le fue dicho y nos lo legó Abraham.
Repetir esta lectura; recorrer aquellos barrios suburbanos de la eterna ciudad de los que nosotros hemos ascendido y tiremos de ellos para ayudarles, sabiendo que en ellos, encontraremos hermanos que se equivocaron en la tierra y tienen que ser redentores, ya que no quisieron ser redimidos, pues sabed, que el amor no tiene límites; es como el infinito Universo en grandor, e intenso como su Autor Eloí. Sólo el Amor, vence todos los obstáculos de la materia.
Las causas del sufrimiento del espíritu en los mundos, son muchas en número, pero se reducen a sólo dos: al amor y a la ignorancia, por su sencillez.
El amor es su sello y patente y tiene que imprimirlo en todas sus obras; pero es ignorante por su sencillez cuya ignorancia tirará sólo por la lucha, sólo por el trabajo, cuando los escarmientos le hayan enseñado a discernir lo que le hizo caer y lo que le ayudó a levantarse.
¿Qué haría un General que confiase sólo en sus fuerzas y número de soldados? Si la estrategia no lo acompaña; si no mide las distancias sobre los planos militares; si lleva sus tropas por flancos descubiertos para el enemigo; si no atiende las indicaciones de los vigías, sus tropas serán atacadas por el enemigo, que en menor número, pero cubierto por la prudencia de su menor poder y tendido en guerrilla le hará en el grueso del ejército terribles bajas y llegará su momento de desmoralización; entonces las guerrillas harán un movimiento envolvente y les infligirán una terrible derrota; aunque éste vuelva luego sobre sus pasos y conquiste las posiciones al enemigo, no recibirá laureles ni recogerá el premio de la admiración, porque sólo logrará lavar la mancha del deshonor en las armas.
Sin embargo, será un poco más tarde un buen general, porque ya no confiará en sus mayores fuerzas, sino que será la prudencia la que consulte, antes de dar un paso y así logrará rehabilitarse en medio del dolor que siempre le causará aquel triste episodio, donde por su orgullo cayó en la imprudencia de presentarse al enemigo en flanco descubierto; esto es ignorancia que no tiene después, porque el dolor, la derrota, la caída de sus soldados, le hicieron llorar y aprender prudencia y ser más estratega, que orgulloso confiado ...
Ese General lloró, pasó dolores, se avergonzó y luego con menor número de soldados conquistó las posiciones del enemigo; todo esto, ¿por qué? Porque en él hay ahora, por la prudencia, más amor de patria y de familia, que son sus soldados y aun amor propio; todos esos amores son legítimos; pero hay aún otro amor que dormía y el sufrimiento lo despertó; es el amor de su espíritu, que en el orgullo de su sabiduría prudente y esa derrota que hizo llorar y sufrir al orgulloso y pagado General, le dio suelta al espíritu y lo llevó entonces a la victoria con menos número, menos medios y menos orgullo, pero con más prudencia y sabiduría (que es arma invencible); aun cuando fuese derrotado en esas condiciones, recibiría gloria; habría sido un héroe, como lo fueron todos los guerrilleros que le infligieron antes tan terrible número de bajas.
He aquí un ejemplo vivo y vulgar, de las causas del sufrimiento del espíritu en los mundos. Filosofemos en él.
Los dos jefes de los ejércitos combatientes, son dos espíritus; el de los guerrilleros ama con prudencia; es sabio, sabe que el enemigo es superior en fuerzas brutas y para vencerlos, tiene que desplegarse en pequeños grupos que hacen más difícil el blanco en sus soldados; en tanto que el otro, ama también, pero con imprudencia y es ignorante; no sabe “que no hay enemigo pequeño”; confió en su fuerza bruta y no sabe que ésta es limitada; en una palabra, descubrió toda su luz, opaca sí, pero era toda la que tenía de su amor y el enemigo se bañó en ella y la obscureció con la mayor intensidad protegida y aumentada por el reflector de su prudencia, que la sabiduría le proyectaba; es decir, uno llevaba toda su luz como lámpara libre, que en un corto radio alumbraba demasiado y un poco más allá se hace opaca, hasta no ser suficiente luz para trabajar; el otro con menos potencia en realidad, la distribuyó en chorritos que salían diminutos, de un centro que, si el enemigo quiere hacer blanco, una bala sola cubre el orificio, pero ya sabéis que eso es difícil; pero como aquella tan diminuta salida está aumentada su intensidad miles de veces por el proyector que envuelve el grueso de la intensidad y el proyector está graduado por la sabiduría, de un chorrito de dos centímetros de diámetro que le ofrece al enemigo como blanco, va aumentando en su curso hasta miles de metros de superficie y envuelve al enemigo en su luz y hace blancos certeros y triunfa. ¿Quién triunfa? No es la fuerza bruta; es la prudencia, es la sabiduría que ama en verdad y ésta, jamás puede ser vencida, porque la sabiduría no tiene prejuicios. Sabe que no hay enemigo pequeño y sabe, primero quitar los efectos para luego medir las causas; porque sabe que arrancar un árbol (es decir, matar el árbol) no es cortarlo; hay que sacar el tronco y la raíz; de lo contrario, cuando menos piense, verá que de un árbol, han nacido muchos árboles y más frondosos que le darán mucho más trabajo, que hubiera evitado, sabiendo que no bastaba con tronchar el árbol, sino sacar y secar la raíz. Esto es prudencia, pero también es sacrificio, porque hay que trabajar mucho más para sacar la raíz que para tronchar el árbol; y como sacrificio es amor, éste, cuanto mayor es, más sacrificio impone; pero es llevadero, animado por la sabiduría.
¿Queréis batalla más desigual que la de los 29 misioneros voluntarios que vinimos con Adán y Eva para salvar la tierra? Oíd y anotadlo bien: Había en la tierra encarnados, más de dos mil millones de espíritus; el más civilizado, era como el más bestia de hoy; y cuidado que aún los hay como hipopótamos; baste deciros que hoy hay antropófagos y eran, un poco, muy poco civilizados, cuando los habéis visto salir de aquel mundo fragua, el primitivo; y recordad para esto, que poco antes, la tierra, avergonzada, hundió en las aguas un gran Continente, la “Atlántida”, porque en lo que habían adelantado mucho (hasta donde mundo ninguno llegó) fue en el refinamiento del crimen y del vicio, hasta preferirse los hombres a los hombres.
El número de encarnados es, aproximadamente, la milésima parte de los espíritus de un mundo, en los de expiación, así, el cómputo aproximado de seres individuales (espíritus) era de dos billones; había en la luz, una pequeñísima parte (un diez por ciento como máximo, y éstos no eran aún trinos; eran dúos conscientes; pero los agregamos a nuestro favor (como obreros a quienes podríamos primero señalar) y así tendremos, un billón ochocientos mil millones de espíritus y hombres fieras. Agreguemos tres mil quinientos millones de desterrados que habían caído de Neptuno, los que eran supremáticos y orgullosos, materializados en tal grado, que aún algunos han sido reincidentes en el Juicio de la Tierra y han sido sentenciados a segunda muerte (cómo entienden los teósofos), yendo a dar con su orgullo y odio al mundo de Prueba; tal eran aquellas piezas.
En suma, que descontando lo terribles que habían de ser las luchas con los sabios en el mal, desterrados a la tierra, teníamos un número de dos billones ciento cincuenta mil millones de seres fieras que habíamos hacer hombres conscientes y hacerles pagar las deudas de los anteriores mundos y las creadas en la tierra, en un perentorio plazo de 57 siglos en los que habíamos de llegar a formar mayoría de cuentas saldadas y de reconocidos en la ley de amor, para así arribar al Juicio de Mayoría que pide la ley.
De modo que éramos, en números redondos, uno para setenta mil millones. ¿Puede darse lucha más desigual? Pues con toda esa horrorosa desigualdad, hemos llegado al Juicio con inmensa mayoría y no había vencidos; todos fueron vencedores de sí mismos, porque a todos les enseñamos estrategia; o iniciamos en nuestros secretos de prudencia, de amor y sabiduría; para lo cual nos desplegamos en guerrillas sobre el enemigo y entramos en sus filas, hasta dejarlos en cuadro.
Es que nosotros habíamos librado ya esas batallas en otros mundos y la pericia nos ayudaba. Aunque en los primeros siglos sucumbiéramos en nuestras materias y participáramos de los vicios de la materia (como no había más remedio que imponernos ese sacrificio) ahondamos en la tierra hasta sacar y secar la raíz del árbol de ponzoña, dejando ya gérmenes de la nueva semilla que irían desarrollándose en toda la heredad que se nos entregaba, para lo cual y aprovechando las mismas armas del que veníamos a vencer, nos multiplicábamos y extendíamos nuestra raza por todo el mundo, arrancando unas plantas por inservibles e injertando las que eran a propósito. Luego correríamos a destruir el cigarrón que se pegaba a la lozanía de los injertos, lo que hicimos con Faraón, con Grecia y Roma, llegando entonces a lo recio de la batalla de escardar la cizaña, porque la siembra ya se había completado; llegaron para esa terrible escarda, Juan y Jesús, cuya labor duraría hasta el terrible Día Sexto, 19 siglos, en los que corrió sangre a grandes ríos, de las heridas que recibían los obreros, de las espinas que deberían arrancar para la llegada del segador con sus grandes cuadrillas de hoceros; y en su hora, sin faltar un segundo a nuestro compromiso, los 29 Misioneros llevamos el trigo y las uvas y las demás frutas a los lugares y Graneros del Propietario, cuya es la tierra, con lo que fue inventariada ya, entre los jardines y las moradas de paz y luz.
¿Cuáles fueron las causas de nuestros sufrimientos? Nuestro amor y la ignorancia de los hombres; únicas causas del sufrimiento del espíritu. Sufre el ignorante, por sus yerros; y sufre el sabio, en su amor, por la ceguera del ignorante. En estas dos causas encontraréis siempre los grandes hechos y las grandes hecatombes; pero tened presente que la prudencia es valor y la temeridad una locura, sólo de ignorantes; así no ataquéis jamás todos los defectos a la vez, porque ellos son la fuerza bruta y seréis vencidos; atacad sólo un defecto, con constancia, hasta secar la raíz; luego otro, después otro, y así triunfaréis de todos los miles de millones que tengáis, como hemos hecho nosotros los 29, luchando cada uno contra 70 mil millones y los hemos ganado, siendo nosotros los vencedores y no sois ninguno vencidos. Vosotros sois esos mismos que, si nosotros contamos el triunfo de todos, vosotros los contáis sobre vosotros mismos. Ahí, aprended sabiduría bajo la luz del “Electro Magno”, mi credencial de Juez, pero es premio de los 29, e insignia del Secretario del gran Eloí, propietario de esta morada a la que llega en amor, y como a su casa común, toda la Cosmogonía con todos sus progresos y en todos los instantes en su Vibración, Eloí.
Sin antes sufrir, no puede existir el goce, porque no es posible apreciar el bien en su valor si no se ha sentido antes el mal, que no existe más que en la ignorancia. Si pudiéramos abstraernos del sentimiento, del dolor, de la aflicción, nos encontraríamos insensibles y no podríamos tampoco sentir satisfacción en el goce, ni aun en el espíritu.
Pero esto es imposible y contrario a todas las leyes de la naturaleza, porque, toda la naturaleza tiene alma toda es sensible.
Como la sensibilidad tiene asiento en el alma y el alma tiene (como dije en su lugar) todo, hasta el dogal con que el verdugo ejecuta al reo, hasta el dogal siente sensaciones y siente el bien y el mal; y esto no es exagerado, sino la verdad en toda su altura.
Y ya que he tocado este punto tan extremo, voy a probar físicamente que, una cuerda siente (por si no se ha fijado el hombre) y ésta será la más culminante conclusión.
Hace el ingeniero su cálculo de la resistencia de esa cuerda o cable (ya sea textil o metálica) para levantar un peso dado y exige su perfecta y regular construcción en toda su largura.
Se le pone al trabajo a que ha sido destinada y cumple mientras no se pasa del límite calculado y marcha bien; pero al recibir un golpe que la hiere o convulsiona, por ponerla en funciones bruscamente, se rompe; examinadla en seguida y veréis que en la rotura hay mayor grado de temperatura que en el resto de la cuerda; es que ha sufrido.
Pero observémosla en un trabajo forzado, es decir, con mayor carga que la calculada y veréis con asombro que toda ella no sólo despide calor al tacto, sino que protesta y sale de ella humo; obreros advertidos podrán dar testimonio de que han tenido que derramar agua a lo largo de la cuerda, para que haya podido resistir hasta poner la carga en su sitio; yo lo he visto y practicado repetidas veces; pero son más los que por impericia, por desconocimiento de las leyes físicas y naturales, no lo han observado; se ha roto la cuerda o cable, observando más de una vez, asombrados, que la cuerda no se podía tocar de tanto calor.
Llamemos en nosotros a la inteligencia y nos dirá lógicamente que ese hecho, no es un fenómeno, sino un hecho natural en sus leyes y no podríamos menos de concluir afirmando, que aquella cuerda tiene vida y lo ha demostrado, protestando con el humo y el calor, de que sea sometida a mayor esfuerzo que aquél para que fue calculada.
Protesta, se calienta, se quema y resiste si es auxiliada por el agua. ¿Qué otra cosa es esto sino sentimiento? Y ¿qué puede dar sentimiento en todo más que el alma, aunque sea natural? No perdáis de la memoria que el Universo todo es alma y que el alma es sensible, y por lo tanto, sufre y goza; lo demuestra hasta esa cuerda que parecerá que es más insensible que todas las otras cosas del mundo.
No digo nada de la planta y del árbol, que se seca si no se le da agua, o no das frutos, o no los sazona, si no le da el sol y el aire; otro tanto se puede decir de los reinos animal y mineral, porque a éstos ya les conceden vida y sentimiento las pobres principiantes ciencias; pero esto, todo por sí, demuestra vida y sentimiento, sufrimiento y gozo en la sequía o la humedad, o en el calor y el frío.
De modo que la cuerda que fue sobrecargada y empezó a sacar humo sufría; y muchas se rompieron y quedaron sin terminar su trabajo; la que sufrió y pudo cumplirlo y gozó, fue porque la pericia (que es sabiduría) la ayudó refrescándola; las plantas se secan por la sequía; Si se las riega, se renuevan y se ponen lozanas recompensando al previsor que las regó, con frutos que no hubieran dado; sufrían por la impericia (que es ignorancia) y gozan por la previsión, que es sabiduría; los minerales, en su terrón, están aprisionados; los saca el hombre y dan su belleza natural; los modela el hombre combinándolos y valen más y son más bellos; sufren y gozan en la ignorancia y la ciencia que los embelleció en las esencias extraídas de los minerales y vegetales, vemos químicamente, que unos se repelen a otros y que algunos, bien combinados, siendo antes fríos, se ponen en movimiento y obran maravillas; y otros que matan un organismo o corroen el metal, combinados, dan la vida y abrillantan los metales.
¿Y esto qué es sino la manifestación del sentimiento, el sufrimiento y el goce de su alma? Si el mineral no hubiera sufrido su incubación, ¿gozaría al formar un objeto de arte, o servirle de herramienta a su señor hombre? Negar esto, sería un abuso sin nombre, pero no sin precedentes; porque hay aún hoy mismo hombres que niegan la vida al espíritu, que es lo mismo que negar que la madre goza en la vista de su infante más que el padre, porque es fuerza que así sea; porque la madre sintió mucho más que el padre y hasta se sacrificó exponiendo su vida en el parto y sigue sacrificándola por sus pechos.
Ya veis; he tocado en breves líneas todo el Universo: es caso más bajo en la cuerda y el más sublime en la madre, que están uno y otro en la comprensión más elemental, porque escribo sabiduría y no ciencias y no puede quedar nada obscuro a los hijos de la comuna que empiezan su carrera de sabios y no de científicos solamente; y os queda demostrado en lo bajo y lo sublime, en lo más material y lo más divino, que los sentimientos y goces del alma, son sólo por la ignorancia y la sabiduría del espíritu, porque una y otra cosa, sólo pueden radicar en el espíritu, que siempre triunfa del alma, del cuerpo, del mundo y de la ignorancia; pero si no sufriera, no gozaría; mas el mal no existe en la ley sino en la ignorancia, que no es de la ley.
Aunque el espíritu sucumba millones de veces en los mundos; aunque pudiera descender desde el mundo de expiación hasta el embrionario donde se inició en la vida; aunque el espíritu sufriera en millones de mundos de expiación, millones de pruebas en cada uno y toda el agua del mar convertida en tinta no fuera bastante para enumerar los millones de siglos que se entretuvieran en el mal y empecinamiento, no habría pasado un segundo del tiempo eterno y el espíritu triunfaría, por dos razones, que son dos verdades eternas, aunque es una sola verdad, a saber: que no puede ser que no sea y que es consubstancial con su Creador el que no puede ser vencido, porque es la omnipotencia omnímoda y a todos los espíritus, sus hijos consubstanciales, les mandó triunfar: es su voluntad omnímoda.
Podrá el espíritu ofuscarse todos los innumerables millones de siglos que pudieran escribirse con el agua del mar hecha tinta; pero oíd la promesa hecha en Abraham: “Mi luz di en Adán para mis hijos negros de hollín que demonios llamáis, que enseñan a sus hermanos de la carne, que son mis hijos, los defectos, etc.” (Ver el Código). Notad que hasta a los demonios los llama hijos.
He aquí que, por extraviado que ande el espíritu, no puede dejar de ser hijo del Padre, que lo llama su hijo aún bajo el sobrenombre de demonios que se ha dado a los que parecen la encarnación del mal y que son sólo equivocados, ofuscados por la concupiscencia que se despertó en su espíritu al hacerse partícipe de su alma en los goces de la carne, la que jamás puede llenar un solo vacío en el espíritu, ni aun con el sacrificio de todas las humanidades de los mundos infinitos de todo el Universo; y como está ciego en el bajo placer, y ve que no le coartan el goce, de ese horrible sufrimiento de insaciabilidad, se da cuenta, a lo sumo, cuando llega el juicio de un mundo por la justicia, a la que nadie puede oponerse, ni aun todo el infinito , si todo el infinito pudieran ser demonios. A lo sumo, digo también, es llevado por la justicia a otro mundo, donde las pasiones están más desarrolladas, y si ahí tampoco se convence pasará a otro y a otros; pero al fin se desengañará y será entonces tan grande en su amor, como fue en su odio; dominará todo lo que lo dominó; con valor llamará el mismo a la justicia y el padre le dirá: “Bien venido, hijo mío: has tardado, pero has llegado: siéntate y consuélate en el gozo de tu padre”.
Si, hermanos míos; el Padre no se inmuta por la tardanza de sus hijos; sabe que volverán a él, porque de él salieron y les mandó volver; para él no hay más que sus hijos, y son lo mismo sus hijos los que llamamos ángeles que los que llamamos demonios; sólo que los que cumplen su mandato, llegan a él más pronto entrando en su gozo y los que se retrasan andan temerosos porque saben que han delinquido y no pueden volver en tanto tienen deudas pendientes, porque esto los acusa de malversadores de los talentos que a cada uno dio y no dio a nadie más que a otro; tan ignorante y sencillo salió de él el que hoy es en nuestro plano el Espíritu de Verdad, como el que llamamos Satanás o Demonio si tal entidad existiera el uno y el otro han tenido los mismo medios y las misma luchas; sólo que uno se dio prisa en seguir todos los cursos y se convirtió en Maestro y el otro, en tirar bolitas de papel y luego de barro y no aprendió sabiduría; y aunque sepa mucho, (porque hasta en el mal se aprende mucho) como está entrampado con todos, no puede presentarse ante los severos y estoicos cumplidores de su deber, no porque ellos lo desprecien, sino porque el mismo se avergüenza de presentarse estrafalario. Es esto lo que no puede hacerse, aunque sea el demonio que os han dicho todas las religiones, porque el espíritu no puede vestirse de luz si no la ganó; pero tampoco se puede vivir en la luz, más que siendo sabio y justo.
De modo, hermanos míos, que la causa del triunfo del espíritu, es su procedencia; su consubstancialidad con su padre; que aunque se obstine el espíritu no puede ser que no sea; y como el tiempo es una ficción, es siempre el momento eterno y por esto, el espíritu llega a hastiarse del mal; vence, quiera o no, las pasiones, porque el sufrimiento le enseña y acaba por ser sabio y gustar la justicia y siempre triunfa, porque así es el mandato y se cumple.
¡Por fin, humanidad, cantas tu victoria! ¡Te conoces a ti mismo, hombre! Y en ti ves el Universo entero y dentro de ti mismo está el incomprensible Creador que buscabas alto, muy alto, en lo inaccesible de una enigmática y escarpada montaña alta o en lo insondable de las regiones etéreas y está dentro de ti mismo, en tu espíritu que es la voluntad de aquel imaginado tan lejos y tan severo mientras le temiste; hoy sabes que convive en ti mismo y que es todo amor, porque tú ya amas.
Ya no adoras lo abstracto en un pensamiento vago e indefinido y sin embargo, sabes perfectamente que adoras al impersonal “en espíritu y verdad”, porque, dándole suelta a tu espíritu, él por la ligadura que lo sujeta a su progenitor, llega hasta su centro de donde saliera para empezar la lucha del dominio de la materia, y tu mismo cuerpo recibe las sensaciones de la vida real y ves que nada has perdido en tus derechos del disfrute de la materia, sino que aún se te acrecienta su disfrute, porque tomas en libertad y justicia lo que antes por leyes absurdas te era prohibido y su prejuicio te hacía ver falta en lo que es ley y virtud y ver virtud en lo que es falta a la ley divina.
¿Qué es lo que ha cambiado, el hombre o la ley? La ley, era de Amor y es de Amor; así, lo que ha cambiado es el hombre, de material que se veía, en espiritual e hijo consubstancial del Creador; se ve Creador; se ve creador de los mundos y de las formas, porque se comprende en su trinidad, en su potencia, y sabe que es la voluntad ejecutora del gran Cosmos, eterno pensamiento de nuestro Padre y así el hombre vive en los dos mundos y une en una sola las dos potencias: la del cuerpo y del espíritu que estaban divorciadas por el error, el prejuicio y la concupiscencia; pero aunque quisiste separarlos no pudiste, porque, la acción de la potencia es indivisible por ser del espíritu, con lo que sólo hiciste rodear, dar vueltas alrededor de la montaña, retrasando el camino y sufriendo las heridas de los matorrales y las piedras.
El camino es derecho, pero es de los fuertes seguirlo recto apechugando la pendiente de frente; y muchos fueron los que lucharon en ese escarpado camino y llegaron a la cúspide, poniéndose de vigías y señalando el camino, que al fin lograron haceros comprender y os maravilláis de vuestros rodeos; pero no se ha perdido vuestro trabajo, pues os sirve de sano consejo y saludable experiencia y hoy subís intrépidos y cantando vuestro triunfo.
Es cierto que está ya el camino despedregado y con jalones iluminados inequívocamente; que se han retirado los malos guías que os encaminaban mal y os robaban en el camino vuestros tesoros, porque sólo para eso os metían en el laberinto de sus dogmas y misterios de dioses sin razón y egoístas, cuya imagen viva era la concupiscencia de sus ministros y sacerdotes y os hicieron desconocer al gran Eloí que llevabais dentro de vosotros mismo, y lo han de ver y oír más tarde; cuando el dolor de las heridas les convenza de que jamás su concupiscencia puede ser satisfecha; entonces llorarán como el profeta diciendo; “¡De lo profundo de mi dolor clamo a Ti, oh Señor! ¡Señor oye mis voces!”, y se maravillarán viendo que les contesta dentro de ellos mismos y se espantarán al saber que, aquél a quien ofendieron en su ley está dentro de ellos mismos y tiene presentes todas sus acciones, que no castiga, pero que tampoco perdona, pero sí corrige siempre.
Entonces se ve la gran armonía de la ley; la potencia del espíritu, que obrando en amor como voluntad de Eloí, ha sufrido todas las imperfecciones de la materia; y cuando ésta se rinde de cansancio; cuando el alma piensa que ya no tiene solución en su pérdida y en la desesperación le acusa de su impotencia y se ve caer en las quiméricas profundidades de un abismo fantástico invención de los dioses pequeñitos, de los mentidos ministros, de los impúdicos sacerdotes y de los falsos profetas, se ve sostenida y salvada por el espíritu, explicándole así en todo su ser la promesa del Padre, hecha al hombre por el profeta: “Angelis suis mandavit ad te ut custodiant te in ómnibus viis tuis”. El mando sus ángeles (Espíritus de Luz) para que te guíen y custodien en todos tus caminos.
El hombre es siempre sabio en cuanto puede el espíritu vencer la última resistencia de su alma y llamar a su progenitor Eloí.
Pretender la perfección de los mundos y los hombres desde su primer momento, es contrario a la misma ley de Amor y Justicia; si esto pudiera ser, no habría mundos de expiación más bajos, por innecesarios; si los hay, es porque la materia es imperfecta; porque existe la disparidad entre uno y otro instinto de todas las moléculas cósmicas, que luego, por la ley metafísica las hará reunirse formando masas como mundos y cuerpos animados y allí tienen que neutralizarse unas con otras para una acción común que la Creación exige y, ninguna de ésas moléculas ha de perder su cualidad y su instinto, pudiendo aparecer en todo momento cada electrón del Universo, con su instinto y carácter peculiar, en el alma humana. Este es el terrible trabajo del espíritu, encerrado en los cuerpos, dominar todas las moléculas y todos los instintos sin perder ninguna ni desfigurarse cada molécula en su carácter, pero modificado todo, por la armonía que reina en el hombre trino, cuando vive la vida de la materia y la vida del espíritu a la vez.
He ahí recopilado el gran proceso de la vida del espíritu desde que es lanzado a la lucha de la vida individual y demostrativa, hasta que pueda mostrarse dentro de la ley viviendo su trinidad en los mundos y en la luz de la unidad, en los espacios; en cuyos trabajos, ha pasado inmemorables millones de siglos, siempre venciendo, siempre dominando, siempre amando al que se purifica para vestirse él de la ropa que se le exige, para poder entrar en la armonía de la sociedad universal, que sólo adora la causa única: Eloí.
Por todo esto, el hombre trino conociéndose a sí mismo, no se asusta aunque le duela ver la imperfección de los que le rodean; sabe cuál es la causa de la imperfección y en su sabiduría, oye siempre la voz de Eloí, que a su pedido de Amor y Justicia, siempre le contesta: “¡Ya curarán… ya curarán! … Tú te curaste y ellos se curarán y me reconocerán y entonces me serán fieles. Mas corre y diles que los espero en mi mesa y en mi casa que es la casa de ellos, como es la tuya en la que ya entraste, y también ellos entrarán”.
Esta esperanza eterna del espíritu, que la sabe aunque esté envuelto en las pasiones, lo hace luchar e unos y otros mundos, hasta llegar a los de expiación donde ha de doctorarse y vestirse de la túnica de luz requerida para entrar primero en el concierto armónico del universal Eloí y luego quedar regenerado, mientras hace su tesis de sabiduría; su axioma de la verdad eterna, para poder llegar al momento más sublime de la vida del espíritu, de presentarse descubierto en la Casa del Padre a ser auscultado atómicamente y, empezará entonces su vida de preceptor, Entonces, el espíritu, ya maestro autorizado, puede contestar en autoridad, por el Padre, a la pregunta de sus hermanos que aun luchan en su dúo o en su tesis: ¿Quién eres tú? … Y la voz de Eloí le vibra autorizándolo a decir, como Moisés dijo: “Yo soy el que soy”. “Vuestro preceptor soy yo; seguid mis enseñanzas, mis ejemplos y mis caminos”. Y al mundo que ya estaba próximo para la regeneración vino Jesús, para decirle: “Yo soy el camino a la vida; seguidlo, que por él se llega a mi Padre”, y los amenazó, porque ya entonces los hombres eran dúos, y luchaban en la duda de tantos dioses; y dirigiéndose a los que le oían dijo: “Si vosotros, que me decís Maestro y Señor, no siguierais el camino que os indico de adorar al Padre en Espíritu y Verdad, no entraréis en el Reino de mi Padre”… Y es que, el Maestro, además del Amor, debe saber el temperamento de los que enseña. Entonces, era el momento tremendo de recibirse los doctores que acababan sus estudios; es decir, estaban en el dualismo consciente y ya, sólo un poco de tesón y maestría les hacía falta y la luz de su razón les haría caminar por el sendero inequívoco. Jesús, vino autorizado a descorrer la punta del velo que les diera luz suficiente para hacerse la libertad de pensar en lo que descubrirían en el primer destello de amor que ya les anunciaba para el día de hoy en el reinado del espíritu, que significa la regeneración de un mundo y la adoración del Sólo y Único Creador, al que lo llamó su Padre, cumpliéndose su profecía de la amenaza de que no entrarían en el Reino de su Padre, si no lo adoraban en Espíritu y Verdad.
He aquí que hemos llegado a esta adoración y su profecía queda cumplida. Pero hoy se renueva ya toda la escritura porque fue cumplimentada y se resume en este único mandato: Ama a tu hermano. Quedan, pues, derogadas todas las anteriores leyes simbólicas e implícitas, y se puede establecer (porque entramos francamente en el reinado del espíritu) la verdad contenida hasta hoy en símbolos y figuras que se descubren majestuosas en su desnudez; el hombre amando a su hermano, sabe que ama al Creador; cosa que no podía saber cuándo no se conocía a sí mismo.
Hoy sabe el hombre lo que representan y lo que son Adán y Eva; lo que es la figura del arca de Noé; entiende lo que no se le pudo declarar antes; que el espíritu es causa de la Creación y la ópera, porque es la voluntad del Creador del Cosmos, única substancia creatríz de los mundos y los cuerpos de los hombres; y por fin, sabe que es consubstancial y coeterno del Creador, por lo que, “amando al hermano”, adora con conocimiento de causa en Espíritu y Verdad, al Creador su Padre.
Hasta aquí ha llegado la humanidad pasando desde el mundo embrionario, al de prueba; de éste al primitivo y de éste al de expiación en el que se regenera sufriendo el juicio de ley, en el cual hubo mayoría de conscientes, declarándose en ley, mundo regenerado; en cuyo momento, el Padre nos promete y da la luz de su propia morada, al igual que a los demás mundos que viven la ley del Amor (Y es todo el Universo infinito de mundos regenerados arriba), donde sólo se reconoce a Eloí, y la Tierra, feliz ya por el triunfo de sus luchas, entra en el grado de mayor; por lo que, del mismo modo reconoce y adora, sólo a Eloí.
¿Y qué espera la humanidad terrestre en esta etapa del reinado del Amor y adoración sólo de Eloí? Espera lo que esperaban los mundos de la Cosmogonía que con amor y ley nos recibieron en la solidaridad; pasar a un mundo mayor donde empezarán una nueva etapa de estudios, superiores a los que puede soportar el material de la tierra; por lo que, empiezan unos mundos donde acaban los anteriores. Por esto acaban los mundos sus etapas. Pero el espíritu sigue empezando eternamente en cada mundo, donde acabó el anterior; y en todos, su última etapa o período, o séptimo día, es de mayor felicidad que los anteriores, y se explica que así sea, porque es el disfrute del trabajo de seis días anteriores. Este es el último punto, o símbolo, que os debía explicar: “El séptimo descansó”.
Sí, Los mundos y las humanidades, todos tienen siete épocas, períodos o días; a la humanidad de la Tierra, se dijo como lo podía entender tan pronto como le fue posible al legislador decírselo; y lo dijo en todos los países y en todos los idiomas que en la tierra había, concretándolo aún más cuando Moisés, en su “Génesis” (que los hombres de los dioses más pequeños han desfigurado, lo mismo que a Adán y el Arca de Noé).
Pues bien; se le dijo al hombre, que la Creación había sido hecha en seis días de trabajo y “el séptimo descansó Dios de su obra”. No lo podían entender en otra forma los hombres. Pero hoy os queda dicho y en sus puntos correspondientes tenéis recorridos esos seis días de trabajo, y en ellos veréis las obras realizadas por el espíritu; y ya nos encontramos en el Séptimo Día de descanso y progreso material, pero de mayor trabajo espiritual, en el que hemos de comprender toda esa Creación. Esa es la tesis que preparáis para ser autorizados al ejercicio de vuestras facultades en el Universo infinito; y en su hora, compendiando la Creación y todos facultados, saldremos, formando la aromática y refulgente rosa que correrá la solidaridad saludando a la Cosmogonía y, el Padre la olerá complaciente y señalará otra morada de dicha y de amor puro donde ya el dolor y la pasión no se conocerán; pero el progreso del espíritu, verá un “siempre más allá”.
¡Padre Eloí! Le declaré al hombre el último símbolo y el principio de una futura nueva existencia y, sólo esperamos Tu bendición, en la llegada de luz plena que encenderá el amor de hermanos, que hará transparentes las conciencias, iluminará los rincones sombríos y te anuncia a Ti en todo instante a los ojos de los encarnados, ya que, en libertad, el espíritu te confiesa en la universalidad y sólo el nombre único, sagrado y santo de Eloí es adorado en espíritu y verdad, como Tu quieres! Y como hemos enseñado (según nos mandaste a los Misioneros) en el templo único del Universo y sobre el corazón del hombre por altar, oficiando el único y supremos sacerdote, la conciencia y sólo se te ofrecerá amor por incienso.
¡Humanidad de la Tierra! Sea para siempre en vuestro espíritu el reconocimiento de Eloí; en vuestra conciencia, luz y sentimiento; en vuestro corazón, amor sin límites y puro para vuestros hermanos, y en nombre de Eloí que me mandó a juzgaros y daros la Verdad Suprema, yo, con el ancla del Maestro Espíritu de Verdad, bajo cuyo régimen queda la Tierra por todo el Séptimo Día, y en su nombre os bendigo.
Por misión
El Maestro Juez
Buenos Aires, día 3 del mes 2 del año 3 del siglo I de la era de la Verdad.
Corresponde al 22 de octubre de 1913, era apócrifa o cristiana.
Año 5673 de Adán y Eva y 4000 de Israel-Jacob.
65.- El Adán bíblico ha traído a los hombres dando cabezadas de incredulidad por causa del dogma, arma terrible del libertinaje, con el que pretendieron poner un valladar al pensamiento humano. No sabían que el pensamiento es sólo del espíritu, que a nada se somete más que a la ley del Más, al polo positivo, del que él espíritu es la corriente, la potencia y la intensidad.
66.- El espíritu es luz, porque es consubstancial con su Padre el Creador, por el que vive en la Omnipotencia, llegando a ser omnímodo en ley de justicia. Es el creador de formas con las que demuestra la Vida del Autor de la Vida. Es a éste a quién los libertinos no quieren conceder vida y menos acción, siendo que la vida y la acción son del espíritu, porque él es la voluntad ejecutora del Creador, del que no vemos más que su eterno e infinito pensamiento de Vida Eterna y Continuada, representada en el Éter que todo lo llena como única sustancia.
67.- En el Sánscrito se escribió las evoluciones del mundo y las del espíritu, en el tiempo de Adán y Eva, hace en años justos 5674 ahora. Todo lo que sigue (simplificado por hoy, y explicado en su mecanismo, en la historia de la Tierra, que el mundo recibirá) (1)
(1) Esa historia, ya tiene sus bases puestas en la “Filosofía Austera Racional”, “Los Cinco Amores” y en el “Conócete a ti mismo”.
68.- El sol, padre de todos los mundos de su Sistema, en lo material; y sus hijos son hoy más de 8,000, costándole cada uno un parto. Hizo de esto 122 millones 250 mil siglos en la época de Adán y Eva, no que tuvo un parto, el Sol del que nació la tierra.
69.- Aquél germen telúrico corrió todo el sistema de su Padre, durante 23 millones de siglos, cargándose de todos los gérmenes de las especies de sus hermanos y de vida gestativa, para 100 millones de siglos. A su hora, la ley lo sujetó, aprisionándolo en su órbita, que habría de ir ensanchando y ascendiendo en cada instante.
70.- El Espíritu Maestro la regía en todas sus evoluciones, gestó todas las especies y las desarrollo en su plenitud en 45 millones de siglos, estando ya entonces todas las especies adueñadas del germen generatriz de su especie, y la Tierra no podía ya darlos otra vez. Sabe la ley de progreso, que tiene que renovarlos con sus mismos materiales, extrayendo la esencia de todos para engendrar al Señor de la Naturaleza, al hombre.
71.- En ese estado que se marcaba en su rol, llamó a la ley para preparar el máximo acontecimiento y por la potencia del Espíritu Maestro del mundo, hinchó aquél germen telúrico que saliera del sol y que sirve de entraña a este armazón, y rompe la cáscara, envolviendo en ella a todos los seres de la Tierra, con el líquido y la atmósfera; las aguas todo lo cubrieron. El hombre quedaba concebido. Se, hizo el silencio, en tanto que un pedazo de la tierra, bogaba en el espacio hasta donde la ley se lo ordenaba para estabilizarse y reflejar la luz del sol; esa es la luna, que alumbra nuestros coloquios de amor y nuestras cuitas de párvulos y adultos.
72.- El hombre es algo y necesita en los mundos de expiación, luz continua, que al propio tiempo mata la ferocidad de las bestias, que en su instinto acometen al menor y la ley, nada descuida ni olvida. El hombre, animal más débil, como tal, que los otros animales irracionales, no podía defenderse de las fieras en su niñez, y la semi-luz del satélite era su defensa que la ley le da. Por eso, el hombre, cuando ya razona, llena de luz su vivienda, sus calles y quiere llenar también los campos. Es de justicia y lo alcanzará pronto, con otro parto de la Tierra que muy próximo está.
73.- El Espíritu Maestro, con la potencia de la ley, exprimió las esencias de los cuerpos y las esencias de las almas animales, depositándola en los puntos adecuado y allí aparecieron de sus mismos gérmenes y semillas, todas las especies del reino vegetal y animal. No parecían ser las mismas, porque se habían metamorfoseado todas. Perdieron los arbustos en exuberancia leñosa, lo que ganaron en flores, frutos, fortaleza y belleza. Los animales perdieron corpulencia y ganaron finura, movimiento e instinto.
74.- Un árbol nuevo que antes no existió, apareció. Hacía ya 10 millones de siglos del parto de la tierra, cuando cayó y dejó al descubierto al hombrecillo, envuelto en sus bolsitas de bienza verdes y holgadas y el sol los reanimó.
75.- Tenían esas bolsitas, de cuatro a cinco centímetros y el gorrión las desgarró, dejando libres aquellos hombrecillos, machos y hembras, que alcanzaron como dos pies (50 centímetros) de desarrollo. A su hora, la ley los llevó a procrear. Esos fueron los primeros pobladores de la Tierra. Y aparecieron en todas las partes sólidas del mundo. Los nacidos de los árboles fueron la cuarta parte de la familia, que por ley, ascendía a cultivar la Tierra.
76.- Aquellos hombrecillos y los hombres grandes que engendraron, no conocieron leyes de restricción. Eran libres como las aves y el reino animal; el suelo y los frutos era común y vivían como niños, amparados por la ley.
77.- Pero la beatitud no es vida; es sombra de muerte; los instintos hay que unificarlos. Cuando el hombre cayó vencido por la fiera, oyó el otro hombre su clamor. Sintió el dolor del zarpazo; pidió la ayuda del hombre y vio que era buena la compañía. Así nació la tribu; el hombre progresaba.
78.- Cayó un hombre, herido por el hombre; y al sentir la Tierra la sangre que tanto le costó, derramada por otro de sus hijos, gritó a la ley pidiendo justicia y el hombre vio el volcán y la tempestad. En su horror, pidió ayuda al sol, a las estrellas, a los hombres, e hizo imágenes. Nacieron las religiones, tantas como tribus y como familias y la guerra sentó sus reales, sobre la sangre del primer caído por el odio. Y el odio lo han perpetuado las religiones.
79.- El odio pasó de tribu a tribu. Se recurría al mayor número para mejor defenderse, creando ídolos y dioses y, todos esos ídolos y dioses pedían siempre ofrendas tomadas al otro pueblo, al otro dios. Así, la concupiscencia llegó en las religiones, a pedir dioses vivos. No se hastiaban de carne de doncellas, ni de sangre de mancebos.
80.- La humanidad progresaba, porque el espíritu no para. El despotismo, nacido primero de la fuerza bruta y luego consagrado por la astucia religiosa, puso división entre el sacerdote y el guerrero. Y del Continente más poblado (China) partió una división, acaudillada por Peris, que en siglos llegó a Egipto.
81.- Peris trabajaba ya el oro y los metales. Hacía 40 millones de siglos de la aparición del hombre en las bolsitas. Llevaba Peris las fuerzas sanas, los trabajadores y levantó el gran Imperio que aún dura, desmembrado hoy; Persia.
82.- Con sus industrias, Peris iba invadiendo territorios, y al llegar a Egipto, se encontró con una adoración que él no conocía: Fulo (fuego) y pactó con él, porque era vital para sus oficios.
83.- Su llegada a Egipto representaba el flujo del progreso. Encontrado el fuego, refluyó hasta su origen primero: China, componiendo bajo un aparato que producía el fuego, al Krisna, al que Agnis no vaciló en ceder su puesto. Y el Krisna reinó y aún sigue siendo el dios de aquellas religiones.
84.- A pesar de todo y sobre todo, mantuvieron los sacerdotes la supremacía. Ellos no habían hecho el progreso, sino los trabajadores. Para asegurarse como divinos, hicieron nacer la casta guerrera, que dominaría por la fuerza a los trabajadores que protestaban ya entonces del sacerdote, y cayó la humanidad en la esclavitud, subyugada por la fuerza bruta.
85.- Bajo el Krisna creció el boato, y la concupiscencia llegaba al paroxismo, a la locura; que valía cualquier cosa, más que un hombre trabajador. Y una serpiente, valía más, mucho más que una mujer, por lo que Shet escribió: “Que la mujer aplastaría la cabeza de la serpiente”. En el Sánscrito, la serpiente no es otra cosa que la religión.
86.- Había cumplido la tierra 122 millones de siglos; 44 millones de siglos los hombres en ella y la carne no parecía saciarse. Los hombres eran, Unos. No habían descubierto su Dúo Alma. En toda la tierra la concupiscencia era la ley. En un Continente, la Atlántida, era la apoteosis de la lascivia. Y la Atlántida se hundió cubriéndola las aguas y se descubrieron las Américas, que solo ostentaban el costillar de los Andes. Aquel hundimiento rompió una colina que unía la España de hoy con África, y se inundó el Jardín de la Tierra, cuyas ciudades guarda el Mediterráneo: y fue, hace ahora 87 siglos.
87.- Las aguas del Atlántico, en sus olas, llevaron contingentes al hoy México y Norte América; y las del Mediterráneo a la Calabria. Estos son los puntos más culminantes que se deben insertar aquí de la pre-historia para la humanidad de la Tierra. Vamos a entrar en el tiempo de la historia y de la doctrina escrita.
88.- Por más que los hombres quieran ver historias y doctrinas bibliográficas antes de Adán, sólo encontrarán afiches y jeroglíficos supersticiosos. Si los sacerdotes hubieran hecho un cuerpo de doctrinas, no hubieran podido contener el progreso y habrían acabado antes de Adán, porque su fuerza está sólo en la ignorancia del pueblo y en la superstición. A acabar con esto llegó Adán y su familia, cuyos espíritus procedían de un mundo mayor del Sistema Solar, que apenas lo ha descubierto la Astronomía. No lo dudéis.
89.- Una es la ley. La Tierra está hoy en liquidación de sus cuentas con la Creación. Hace 58 siglos, un mundo hermano, sufría esa liquidación. La ley a nadie deshereda. Pone a cada uno en su lugar, conforme a su grado de progreso y de sus afecciones. Esto, sólo puede ser, transportándolos a otros mundos, que son las moradas de que habló Jesús, antes escritas en el Sánscrito, y repetidas por Moisés e Isaías, y últimamente descritas y retratadas por el Dante.
90.- De aquél mundo fueron expulsados muchos millones de espíritus, por malversores y morosos y fueron destinados a la Tierra, donde sufrirían la contracción, que sufriríamos nosotros, si de momento nos encontráramos trasladados de la belleza y comodidad de las ciudades modernas, para vivir la vida de las cavernas de las primeras tribus, teniendo conciencia de la belleza que perdemos.
91.- Son éstos los medios que tiene la ley de amor para corregir y curar a los ciegos, sordos y locos de voluntad y los corrige, en lo que podéis ver y se comprueba mi afirmación de que la ley, en su mayor rigor, es el máximo amor.
92.- Entendamos, que esa corrección lleva necesariamente, terribles sufrimientos por tener conciencia de lo que perdemos; lo que debe poner en gran cuidado a los hombres, ahora que la Tierra está en liquidación. En espíritu, han de salir de ella todos los que estorban la implantación de la ley de Amor, que ha de estar en su apogeo, durante el paso de las tres generaciones presentes; por lo que, la guerra actual, no acabará en todo el mundo, hasta quitar la causa de la guerra, y por lo tanto, hasta matar la guerra, con la guerra misma.
93.- Los desterrados no van solos. La ley manda un Investigador de Justicia, que será el Legislador y ha de proceder del mismo mundo, para ser conocido de los desterrados, porque han de llamar muy presto, muchos de ellos. Esos serán los primeros misioneros de la doctrina que no quisieron aceptar en el mundo de donde fueron quitados, porque estorbaban.
94.- Este Investigador no era Adán ni Eva; éstos y 26 seres más, eran afines del Investigador. Con él, habían sido ya misioneros en el mundo Juzgado de donde salieron los desterrados. Estos afines, espíritus de grande amor, no quisieron dejar solo al Investigador y Legislador. Y con la venia del Maestro Superior descienden a regenerar un mundo que la ley reclama en el concierto de las Armonías. El espíritu que encarnado en la Tierra se llamó Eva, rompió la marcha y le siguieron los otros, haciéndose en voluntad solidarios con el Investigador, del trabajo que había que hacer en la Tierra.
95.- En ley, eligió lo mejor de la tierra, en clima y costumbres; y en Consejo acordó unir desde el primer momento, a las dos potencias que estaban divididas, para así tenerlas en su mano y para que el Legislador pudiera, por ese medio, dar la Doctrina Salvadora.
96.- Al efecto, en la India, y en la hoy ciudad de Adderaban, nace una niña hermosa, como no habían visto las madres. Fue en la casta de los guerreros y la llamaron Eva. Al propio tiempo, nace un varón en la casta sacerdotal, fuerte, robusto y hermoso y lo llamaron Adán. Estos dos casos hacían pensar y temer a los primitivos, por su superstición.
97.- Hay que hacer notar que para entonces habían ya encarnado los desterrados y con el progreso de sus espíritus habían ya mejorado un tanto la raza, preparando la materia para aquel acontecimiento. Esto pertenece a las leyes de afinidad y justicia que obran incesantemente, en justa medida y compensación.
98.- Llegados Adán y Eva a la edad conveniente al fin que traían, la ley que nada descuida y menos podría descuidar un caso tan trascendental, se vieron la doncella y el mancebo; se amaron porque sus espíritus estaban juntos y por añadidura, el Investigador, en espíritu, lo ordenaba. Además, un tribunal de grandes espíritus, que en ley se habían constituido para vigilar y advertir a la Familia Misionera y para suplir al Investigador en espíritu, cuando éste estuviera encarnado para escribir la ley y la Doctrina. Este Tribunal, a los hombres, se le ha dado a conocer bajo los nombres de Gabriel, Rafael y Miguel. Se unieron pues, Adán y Eva; y por su dominio sobre los demás, causado por sus facultades y belleza, unieron las dos castas causantes de la eterna discordia humana. Ambos heredaban los derechos de sus padres, siendo Adán (así digamos) Emperador y pontífice.
99.- Fue su primer hijo, Shet, el Investigador y tuvieron otros más; todos eran de la Familia Misionera voluntaria que debían estar lo más posible, juntos, en la primera acción de reformar las castas y sobre todo la religión, escribiendo la Doctrina, aun no bien estudiada hoy, del Sánscrito.
100.- El Caín y el Abel bíblico, son una figura que Moisés concibió, al tenor de la del Arca de Noé, en gran sabiduría, para anotar la historia ya pasada y aun no escrita, ni necesaria para el progreso material, pero sí necesaria para la sabiduría de los hombres, que nada han de ignorar.
101.- Moisés representó en el símbolo del Arca de Noé, al cuerpo humano; la realidad de la figura de Abel y Caín, representan el estado del mundo entonces, donde el derecho era del más fuerte. Al mismo tiempo, quedaba catalogado, el juramento de exterminio hecho por la raza primitiva, a la raza Adámica redentora, por lo que, anota en el mismo capítulo, el dicho de: “que el que matare a Lamel será vengado 7 veces; pero el que matare a Caín, 70 veces 7”, es decir, que juraban la destrucción de la nueva raza.
102.- Debo hacer una observación de paso, aunque no es de este capítulo y es que, el Génesis bíblico de Moisés, que llamaremos genealogía, no empieza sino en el capítulo 5°; siendo los cuatro primeros, sólo un índice de la historia pasada, que entonces no hacía falta saber. Moisés sabía que llegaría el día de escribir la historia de la Tierra y dejó anotada, simbólicamente la creación, en siete días.
103.- Es decir, que “Dios creó a Adán de un puñado de tierra que sopló y le dio vida”. Así es, netamente, la procedencia del hombre. Aquello de sacar a la mujer de la costilla del hombre, no significa otra cosa en verdad, que las formas nacen de la sabiduría del espíritu, por su trabajo y por su amor, que es sacrificio, representado en sacar la costilla. Y aunque hay muchas otras cosas que anotar de esos cuatro primeros capítulos del Génesis de Moisés, lo paso, por no ser necesarias a las funciones de este libro. Ya tendrá tiempo el hombre, en la paz, de sacar en limpio el secreto de todos aquellos símbolos, y se le descubrirán en toda su verdad, en la obra titulada “Conócete a ti mismo”.
104.- Deshaciendo entuertos, pues, Adán y Eva, son realmente de carne y hueso. Son los progenitores de la raza que hoy cubre la tierra. Y aunque nacidos de hombres de la raza primitiva, son los primeros hombres de una raza regenerada, y jefes de una familia misionera que trajo el progreso todo, las artes y las ciencias de las artes y la sabiduría, a cuyo primer grado va a llegar la humanidad, tan pronto se acabe la liquidación, en la que está, sin que lo puedan evitar, religiones, emperadores, supremáticos, ni aún los libertinos; y termina el Legislador las luchas, con su Doctrina universal y en él, Adán y la Familia Misionera, triunfa sobre todo el mundo y en conjunto, son sólo 29; pero se deben anotar en justicia, cuatro más: Gabriel, Rafael y Miguel, Tribunal Permanente que auxilia al Legislador y el Maestro, Espíritu de Verdad, que en amor, también toma cuerpo material en la tierra, muchas veces.
105.- El trabajo que haya tenido ese número corto de 29 misioneros, incluido el Investigador, calcularlo por el siguiente que es dato exacto (no os importe hoy de que archivo sea sacado) y es que, a la tierra pertenecen de derecho y le fueron dados, dos billones de espíritus, que habían de exprimir las esencias de la tierra, para en su día, llevar en luz computado el peso: más los desterrados que llegaron a tres mil quinientos millones de seres espíritus. Estos eran supremáticos del mundo Neptuno que entonces liquidó sus cuentas; y a todo este número, tenían que iluminar y enseñar la ley de amor y con ella convencerlos, para llevárselos al Padre como lo habían prometido en su venida; tocando (en números redondos) ya descontados los poquísimos primitivos que había en luz, les tocaba, repito, a cada uno de esos 29 titanes, la respetabilísima suma de 70 mil millones; y han conseguido mayoría, puesto que la tierra está en liquidación y no ha perdido su órbita, aunque haya andado desequilibrada, por falta de obras de las que corresponden a los que han servido sólo a la vida del cuerpo y del alma (que es animal) y sólo han hecho lo que vimos en aquella terrible y horrible jaula, que es la viva representación de lo que la tierra era, cuando apareció Adán y Eva, o sea la Familia Misionera.
106.- Nunca faltaron en medio de los hombres algunos de esos 29, desde el principio de su misión; y han dejado siempre huellas y hechos y jalones nuevos puestos, de valor y seguridad de Abraham, de Confucio, Zoroastro, Juno, Antulio, Sócrates, Jacob, Moisés, Isaías, Elías y los otros profetas y Marco Aurelio y Servio Tulio, juntándose casi todos, para terminar la Siembra de la Regeneración y anunciar esta liquidación, cuando Juan el Solitario, decapitado por Herodes, y Jesús, crucificado por los sacerdotes. Creáis o no en la reencarnación (ya creeréis todos), los padres de Jesús, en la ley de la carne (única por la que la procreación puede existir), los padres de Jesús, repito, José y María, eran el mismo Adán y la misma Eva; y Jesús y Juan eran de los 29; en la familia de Jesús, uno de sus hermanos era el Investigador, que oía sus palabras; y hasta el Espíritu de Verdad (al que anunció Jesús), estaba presente en un cuerpo de hombre, para ser testigo irrevocable de los hechos de la supremacía.
107.- Más, ni Jesús, ni Isaías, ni Moisés, ni Sócrates, ni Confucio se salieron de la pauta del sánscrito, porque allí, ya quedaba el alón-mira, por el que habían de orientarse todos, hasta llegar a la liquidación, después de la cual se le podría descubrir al hombre, la verdad desnuda, porque se quitaría todo lo que estorbaba a la luz de la razón.
108.-¿Qué puedo decir más de esta Familia Misionera de amor? Diré sólo, que fueron de todo lo que el hombre aprovecha: empezaron reformando las religiones, relegándolas siempre al último término y que ellos no crearon ninguna; que todos han sido sacrificados muchas veces por el poder religioso, y pocos, aunque algunos, por el poder civil; pero sabed que éste siempre ha sido feudo de las religiones y por lo tanto, no ha habido aun en la tierra poder civil, porque aún no ha habido un gobierno plebiscitario, aunque fue ensayado, en la naciente Roma y lo estatuyó Servio Tulio, que era nada menos que el Espíritu Maestro, Espíritu de Verdad.
109.- Al final de este capítulo, diré: que allá, en la ciudad de Adderaban, existen los cráneos (y la tierra los guarda) de Adán y Eva y de su hijo el Investigador y Legislador Shet; y que toda la obra de progreso de la tierra, es debido a ese puñado de Titanes; pero toda la historia ha sido adulterada por los malversores, que hasta el fin de la liquidación han promovido y sostenido las guerras, llegando al final a ésta, sin precedentes, por su magnitud, porque para ella han transformado en armas de destrucción, todo el progreso regenerador que se ha traído de mundos superiores para el bienestar de los regenerados, que por su esfuerzo y coadyuvando con los misioneros en el trabajo, están como hombres y como espíritus, en inmensa mayoría; por lo cual, la tierra no ha perdido su órbita y ahora se asentará y regularizará su movimiento, agrandando su día y será alumbrado con luz ininterrumpida.
110.- Esto es decreto, para el día de la Igualdad; y pueden pasar los cielos y la tierra, pero no pasará la palabra del Creador, Padre de Amor, del que el hombre es su demostración; y hoy, en conocimiento de la verdad, los hombres matan la guerra con la guerra, para poder decir en la paz: ¡Viva Adán! Y vivirá.
... Un día por octubre de 1912. Estamos esperando la hora de empezar sesión de consejo.
El médium vidente J. G. dice “Aquí está el Chipilín; nos señala que lo sigamos. Advierto que conversábamos sobe la sí o no existencia de la Atlántida. Como en tratándose de estudios estábamos siempre dispuestos, yo dije: - En marcha, pues; y síganos también el nuevo vidente; era un hermano buen Psíquico, que desarrollaba entonces bastante bien la videncia, masajista y hoy médico partero, y partimos.
Este espíritu al que el vidente G. llama << el Chipilín >>, porque se presenta en la misma forma en que se han figurado a los << Gnomos >>, es nada menos que el espíritu maestro de la naturaleza, que rige la marcha y evoluciones de la tierra.
Pues bien; a nuestros espíritus trazó un túnel recto desde donde estábamos (Buenos Aires) por las entrañas de la tierra, sintiendo la terrible presión que hacía sudar a nuestras materias, y seguimos hasta un punto en que nos mostró debajo de las aguas, una gran ciudad, en la que aún hay muchos edificios en pie y son de piedra y ladrillo.
Nos ha dicho el <<Chipilín>>: <<Esta es la que fue capital de la gran Atlántida; se llamó ciudad de Venus, a cuya diosa servían sus habitantes y a quien sacrificaban la virginidad de las doncellas. El vicio creció a la magnitud de las pasiones más brutales, siendo su reina la que asumía el todo de cuanto fuera placer carnal, no sobreviviendo ningún mancebo u hombre con quien compartiera una vez el placer carnal, ni las doncellas, ni mujeres que a su presencia habían de sacrificarse a sus fornidos ministros que debían incitar al placer a su reina. Esto provocó a la justicia del Padre, y hundí este continente para descubrir el que habitáis, que llamáis América. El otro valle que llaman Mediterráneo, era tan pródigo en frutas y riquezas como éste y hacía parangón en su libertinaje. Rompí la tierra de hércules y levanté el lecho del Sahara y las aguas envolvieron las ciudades, que algunas se conservan, como la de Venus que presenciáis >>.
Nos ha conducido a un soberbio palacio: nos ha presentado a la diosa reina, tan bella como descocada, y nos dijo: <<El espíritu no puede borrar de una sola vez las pasiones del alma; no te extrañes, maestro, si ésta que fue la última reina diosa de la Atlántida, fuera Cleopatra o Lucrecia Borgia, y anota bien esto <<. Nos mostró el trono-cama y ¡oh horror! A un lado, en el destinado al hombre que había de deleitarla, una disimulada trampa cubría un profundo pozo, a donde caía el desgraciado. Hemos bajado y grandes montones de esqueletos humanos sirven en aquellas profundidades de asidero a algunos animalejos del fondo del mar. Quiero saber dónde nos encontramos y lo dije al <<Chipilín>>. – Ascendamos, dijo éste. Y nos vimos sobre la superficie de las aguas, y en un movimiento de asombro hubo en los espíritus desdoblados, sobre todo en el nuevo, que era su primera excursión de valor. Estábamos entre el pico de Tenerife y la isla de Madeira, en el paso de la línea 37 del Ecuador. En esa conjunción, a 4,000 metros de profundidad, se encuentra la ciudad de Venus, envuelta hace 87 siglos.
Los cuatro videntes desdoblados somos Españoles y nuestras afinidades cercanas, nos hacen sentir la nostalgia natural. – Seguidme, dice <<El Chipilín”>>. Parecía haberse convertido él mismo en una barquilla veloz como el pensamiento, pero notábamos muy bien el sube y baja de las olas, y en la costa occidental del África reconocí los arrecifes llamados <<El bajo de las aceiteras>> y un espantoso remolino capaz de tragarse cuanto se acerque a tres millas de su centro, nos mostró y nos zambullimos, quedando estáticos un instante. El <<Reina Regente>> tragado por ese caracol insaciable, se encuentra allá abajo, viendo esqueletos en sus camarotes, de los que sacamos algunos espíritus de los náufragos, que bajo la terrible impresión del momento fatal, estaban asidos a los barrotes, sufriendo aún el terror de una muerte indefensa. Los despertamos de su letárgica impresión y los entregamos a sus guías.
Este tremendo remolino es producido por una boca de un subterráneo que traga un grandísimo caudal de agua; boca muy profunda y que no nos mostró dónde va a parar esa corriente. En cambio nos condujo el <<Chipilín>> al centro de las entrañas de la tierra, donde todo es espantosamente grande y horroroso. Los espíritus naturales, cada uno en su representación de una cosa, se nos mostraban en su acción. Diríamos que estaban en sus gabinetes terribles de creación y transformación. Grandes bocas se nos mostraban como entre peñascos de fuego y somos entrados diríamos en la oficina del maestro director de aquella fábrica de la vida natural de todas las cosas de la tierra. Una balanza nos hizo comprender que aquel lugar era el estrado o sala de la justicia. Había muchas figuras, que podíamos llamar llaves o grifos y al nuevo vidente le picó la curiosidad e incitado el <<Chipilín>>, hizo como que no se oponía, y el hermano C. toca un grifo, teniendo todos en el acto la impresión de un terremoto. Al día siguiente leemos en los periódicos un terremoto, a la misma hora que fue tocada aquella llave.
Entonces nos hace ascender por una boca que va a salir en un pico de África.
Hemos vuelto y se ha escrito cuanto hemos visto, estando nuestros cuerpos jadeantes de sudor y calor. Habíamos pasado en la videncia y desdoblamiento, 45 minutos.
En nuestros anales y cuando daremos a luz la <<Filosofía Enciclopédica>> de los espíritus o <<Año Espiritista>>, daremos muchas otras videncias tan grandes como ésta.
¿Para qué nos ha dado esta lección que hemos visto, tocado y sufrido? Los hombres presentían un reciente pasado cataclismo: la Atlántida sonaba en los historiadores y era necesario dar un punto de partida.
¿No os asusta, detractores de la historia y del espiritismo, el saber que se os pueden descubrir vuestras mentiras y embrollos, cuando el espiritismo quiera?
¿Para qué queréis que relate innúmeras videncias pequeñitas, particulares, que pueden interesar a un individuo solo? Todos las tenéis; lo que hace falta es que las sepáis estudiar.
Las obtenidas en esta Escuela y Consejo, tienen interés universal para la historia y para el progreso común, ...
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